
Cuando el poder se fragmenta: amenazas, viudas incómodas y el eterno eco del Bronco
Hay días en que la política mexicana parece empeñada en demostrarnos que el absurdo también tiene jerarquía. Y mientras uno trata de entender cómo se normaliza la tragedia, aparecen escenas que solo confirman que la línea entre el cinismo y la desvergüenza hace tiempo que dejó de existir.
Ahí está Uruapan, donde la nueva alcaldesa no solo tuvo que ver cómo asesinaban a su esposo, sino que ahora asegura que la amenazaron justo antes de asumir el cargo. Y no lo dice en abstracto: señala a personajes con nombre, apellido y trayectoria. “Hay personas o personajes que van a querer desestabilizar este gobierno”, dice, como si el caos fuera un efecto colateral y no un sistema ya instalado. Y remata soltando que todo ocurrió un día antes de tomar protesta, como si el reloj de la intimidación tuviera sentido del humor.
Mientras exige avances en la investigación y pide que los federales no se vayan para que los criminales no regresen a delinquir —porque así de simple funciona la seguridad en México— también aclara que no irá a la marcha por justicia ni encabezará nada que huela a protesta. Ni desfile del 20 de Noviembre habrá, porque en Uruapan no hay nada que celebrar. Y francamente, con lo que han visto, quizá tenga razón.
Luego vino el momento estelar: nombrar a quienes, según su esposo, le estorbaba. Y ella no titubeó. Leonel Godoy, Raúl Morón e Ignacio Campos. Ahí, en público, sin metáforas ni diplomacia. “Carlos lo dijo… él específicamente señalaba a estos personajes”. Como si destapar la caja de Pandora fuera parte del protocolo municipal.
Y mientras Michoacán trata de procesar su propio infierno, Nuevo León tampoco canta mal las rancheras. Porque justo cuando creíamos haberlo visto todo, reaparece la ex esposa del peor ex gobernador que ha tenido el estado, acusándolo de violencia, amenazas de muerte y ocultamiento de bienes. Y no, no es una exageración: lo dice ella misma, con un tono que deja claro que esta vez el silencio se acabó.
“Esta no es una pelea por una casa. Es un acto de dignidad”, escribe Adalina Dávalos, que también confiesa haber vivido años bajo intimidación, miedo y poder. Y cuando finalmente decide recuperar su voz, el Bronco responde como solo él sabría hacerlo: con gritos, insultos y una amenaza que retrata de cuerpo entero a quien alguna vez quiso gobernar a punta de bravatas. “Te va a llevar la chingada… te voy a meter al penal o te voy a matar”.




