
México entre amenazas, silencios incómodos y minas que matan
Vaya semana para este país que no termina de enderezarse. Por un lado, el presidente estadounidense Donald Trump vuelve a jugar al comandante del mundo, advirtiendo que podría “atacar en tierra” para frenar el narcotráfico en México, como si estuviéramos en su patio trasero y no en una nación soberana. Y lo dice con una naturalidad que asusta, como quien ya se acostumbró a lanzar amenazas cada vez que le conviene cruzar un discurso duro para la galería estadounidense.
Trump, entrevistado por un medio que lo presume como “la persona más influyente de Europa”, insistió en que Venezuela es su blanco predilecto, aunque la misma DEA deja claro que ese país ni produce ni trafica fentanilo de manera significativa. Pero eso no importa: lo relevante para él es tener a quién culpar y a qué país señalar en campaña. Y cuando le preguntan si haría lo mismo con México o Colombia, responde que sí, sin pensarlo, sin matizar, sin diplomacia. Con México no duda ni un segundo. Así de sencillo.
Y mientras eso pasa en el extranjero, aquí dentro la Presidenta por fin reconoce, aunque a cuentagotas, que la inseguridad está desbordada en ciertos frentes. Dijo que la extorsión es el delito que más ha crecido y que habrá reuniones urgentes para coordinarse con gobernadores. Bien por admitirlo, aunque uno no sabe si alegrarse por la sinceridad o preocuparse por lo que significa que apenas ahora se esté reconociendo la magnitud del problema.
Porque mientras desde los altos cargos se anuncian estrategias y líneas de denuncia reforzadas, en el campo de Nuevo León aparecieron minas enterradas por la delincuencia. Minas. Explosivos militares, aquí, en territorio donde viven familias, donde la gente se levanta a trabajar. Esta vez la víctima fue un hombre que solo iba a su empleo y terminó encontrando de frente ese aparato asesino que le arrancó la vida sin darle oportunidad de nada.
La escena es digna de un país en guerra: policías, peritos, balísticos investigando si se trató de una mina antipersonal plantada por los grupos criminales que controlan los límites con Tamaulipas. Y mientras tanto, el vehículo del fallecido desaparecido, probablemente llevado por quienes colocaron la trampa mortal. El asesinato cobró la vida de un inocente que no estaba en ningún pleito, ni en ninguna ruta de tráfico, ni en nada. Simplemente pasó.




