Soles a medio desplumar
Las instalan hasta en las avenidas principales. De flujo continuo. Amparados en los reglamentos municipales. Aprobados solo por los alcaldes gandallas, los síndicos paleros y los regidores de bolsillo abundante.
Bonanza recaudatoria en las mesas de tesorería. Con eso se pagan los pasivos de las obras de relumbrón. Al bebedor social, al ebrio consuetudinario, el monto por cubrir a precio de propiedad del vehículo asegurado.
El doble castigo, las horas de detención en las celdas municipales, les demuestra el colmillo largo y retorcido de sus personajes electos.
Aun con esas advertencias, al uso de vehículos de aplicación, los accidentes de la imposibilidad cerebral, de la disminuida capacidad de manejar, burla las horas extendidas de las fuerzas de la movilidad.
Cañonazos antes de la revisión obligatoria. Corrupción aceita la estructura interna para las siguientes elecciones. La repartición de culpas y ganancias al parejo de la cantidad de talonarios infamantes.
Los trucos de los pitazos o rutas seguras. En la internet o en las aplicaciones comparten imágenes, horarios y hasta precios de los oficiales.
De la irresponsabilidad, de la valentía a ultranza con cocaína, cristal, meta o mariguana bañada con fentanilo.
El conductor es prendario de la desconfianza. Sus juzgadores con los dados cargados a favor del negocio redondo.
Automovilistas humildes dejan a pie a sus familias. Ya amargaron la navidad y el año nuevo. Para ellos la segunda oportunidad es inexistente. Sus vehículos solo funcionan a medias en las ciudades paralíticas. En el corralón queda el sueño de la bonanza. El regreso obligado al servicio público de transporte. De muy mala calidad, por cierto.
