Moscú.- A pesar del desarrollo de la industria y las tecnologías, el ser humano sigue siendo débil frente a la naturaleza. Los devastadores terremotos, que sacudieron el sureste de Turquía y el noroeste de Siria el 6 de febrero del año saliente, son una nueva evidencia de la impotencia del mundo a la luz de los desastres naturales.
Los dos sismos de magnitud 7,7 y 7,6 se cobraron la vida de más de 50.000 personas en Turquía y 8.500 en Siria. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, calificó lo sucedido como el mayor desastre en la historia del país desde 1939, y el líder sirio, Bashar Asad, caracterizó de “catastrófica” la situación en el país tras los sismos.
Los desastres naturales de febrero tuvieron lugar en la frontera entre Turquía y Siria, las más afectadas fueron la provincia turca de Hatay y las ciudades de Kahramanmaras y Adiyaman, así como las ciudades sirias de Idlib, Alepo, Hama, Latakia, Tartús y Al Raqa.
El foco del primer temblor se localizó a unos 18 kilómetros (km) de profundidad y del segundo a 10 km, la baja profundidad de los hipocentros se convirtió en la causa de las destrucciones considerables en la superficie.
Otro factor importante es el tiempo de los sismos, ambos se produjeron por la madrugada, mientras los residentes dormían y por eso no consiguieron salvarse.
También, la violación de los códigos actuales de construcción tuvo sus consecuencias para Turquía. Más de 1.300 personas fueron investigadas, al menos 300 fueron detenidas, por su supuesta implicación en la construcción de edificios que se derrumbaron fácilmente, sepultando a sus ocupantes.
Resultó que los estándares de ingeniería contra terremotos en Turquía se cumplían solo sobre el papel, lo que no pudo no provocar indignación y un mayor desconecto de la población.
A pesar de que Turquía es una zona de mayor actividad sísmica, no ha experimentado grandes terremotos en decenas de años, por lo que el nivel de preparación a la emergencia era menor que en las áreas donde suelen ocurrir sismos.
En el caso de Siria tampoco se podía hablar de los protocolos de seguridad en materia de construcción, pero no es tan sorprendente como en el caso de Turquía, debido a la situación política y económica en el país árabe. Pues en el noroeste del país las fuerzas gubernamentales se siguen enfrentando a grupos armados de la oposición y a organizaciones terroristas, con lo cual es imposible hablar de buenas condiciones de viviendas, mucha gente vive en tiendas de campaña y refugios improvisados, y enfrenta una crisis humanitaria por la ausencia de alimentos, agua, combustible y medicamentos.
RECONSTRUCCIÓN
A finales de marzo pasado, el Ministerio de Finanzas y Hacienda de Turquía estimó los daños totales de la catástrofe en 2 billones de liras turcas (unos 105.000 millones de dólares). Según Recep Ercin, editor de economía del periódico turco Aydinlik, este año el Gobierno gastó del presupuesto público 1 billón de liras (34.500 millones) para paliar las consecuencias de los sismos y “pagará mucho más” en 2024.
Como resultado de la catástrofe, más de 820.000 edificios fueron parcialmente o totalmente destruidos, las autoridades movilizaron sus recursos para construir más de 100.000 casas contenedores para unos 500.000 ciudadanos.
Se espera que la construcción termine para el próximo verano. Turquía “es un fabricante fuerte de los materiales necesarios para la construcción”, destaca Ercin, pero debido a una gran área afectada y escasez de trabajadores en esa región, la reconstrucción tomará tiempo.
El periodista informó a la Agencia Sputnik que en la provincia de Hatay, que sufrió los daños más graves, el 85 por ciento de la infraestructura dañada fue demolida y retirada, pero todavía quedan demasiadas estructuras que necesitan ser derribadas.
También, continúa la ayuda a las personas afectadas, en particular se desarrollan los proyectos dirigidos específicamente a las mujeres y los niños. El Gobierno proporcionó la asistencia de emergencia necesaria, y ahora “recayeron más responsabilidades en las empresas y las iniciativas cívicas”.
Aparte de esto, las autoridades comenzaron a proporcionar empleos temporales para los ciudadanos en la zona de los terremotos y a pagar sueldos con cargo al presupuesto público.
El factor más importante para compensar las pérdidas posteriores al terremoto es el gasto público. Además, los préstamos del Banco Mundial benefician al apoyo de las organizaciones empresariales turcas, enfatiza Ercin.
A su vez, el historiador y politólogo turco Mehmet Perincek señaló a la Agencia Sputnik que la situación se agrava por la presión de Estados Unidos a Turquía, que se niega a aplicar sanciones contra su socio Rusia, la lucha del país contra el grupo Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, considerado terrorista en Turquía), y la actual espiral de violencia en la Franja de Gaza.
Sin embargo, la interacción de Turquía con sus vecinos y aliados favorece a la seguridad en las zonas afectadas por los sismos, así como para la economía del país. Pese a las dificultades Ankara no renunció a la idea de crear un centro de distribución de gas ruso para Europa en territorio turco.
“Las sanciones, obviamente, son acciones antihumanas, pero generaron grandes posibilidades para Turquía”, indica Perincek. El país “se convertirá en el centro económico, financiero y energético” tanto para Rusia como para los países que mantienen sus relaciones económicas con ese país euroasiático.
Entonces, señaló el experto, Turquía “puede ganar los fondos necesarios para solucionar los problemas provocados por los terremotos” como la reconstrucción de las ciudades afectadas, la construcción de alojamientos.
Además, los ingresos del sector turístico son importantes para superar las consecuencias del desastre climático. Los datos del Ministerio de Turismo turco indican que en los primeros nueve meses del año más de 13 millones de viajeros visitaron Estambul, un 11,6 por ciento más que en 2022.
Según el ministro de Cultura y Turismo turco, Mehmet Ersoy, Turquía espera acoger a unos 60 millones de turistas en 2023 y obtener 56.000 millones de ingresos.
En cuanto a Siria, a finales de abril, las autoridades aprobaron un plan de acción nacional para combatir las consecuencias de los terremotos.
Para aquel momento, 59.000 edificios en el territorio controlado por el Gobierno necesitaron un refuerzo de las estructuras.
El Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia (CERF) de las Naciones Unidas asignó 15 millones de dólares en respuesta rápida destinados a casi 900.000 personas afectadas en Siria, y 25 millones más “para emergencias con financiación insuficiente”, pago que todavía está en el proceso de la implementación.
Todavía queda mucho por hacer en ambos países para recuperarse de los sismos, pero se observan ciertos avances en la reconstrucción diez meses después de los terremotos lo que da la esperanza de que el año que viene la situación mejore y las secuelas de los terremotos no se perciban tanto, aunque sin duda para los testigos de esta tragedia habrá un antes y un después.
Fuente:https://sputniknews.lat/
eitmedia.mx