Tras prácticamente 60 años de vida artística, el escritor mexicano José Agustín falleció este enero de 2024, año en que cumpliría 80 años, y fue despedido entre cariño, admiración y agradecimiento de múltiples lectores que se sintieron iniciados en la literatura de la mano de sus obras.
Autor de una obra desenfadada que, en contrasentido a la novela de la Revolución mexicana que se cultivó en México durante la primera mitad del siglo XX o a la voz de escritores como Octavio Paz, enfocado en reformular la tradición clásica, el novelista José Agustín se preocupó por hablar de rock, de sexo, de fiestas, de mariguana, de viajes a Acapulco, Estados Unidos y el Tepozteco, de iluminaciones, de otras formas de experimentar la realidad y el lenguaje.
La Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, ante su fallecimiento, anunció la celebración de un homenaje al autor a desarrollarse este domingo 21 de enero en la plancha del Zócalo, la plaza pública más importante del país latinoamericano, coordinado por el también escritor y director de la editorial del Estado mexicano, el Fondo de Cultura Económica (FCE): Paco Ignacio Taibo II.
Sputnik conversó con el escritor y promotor de la literatura infantil y juvenil Luis Téllez-Tejeda sobre las huellas en la cultura mexicana que deja el desenfado, la desobediencia, la antisolemnidad y el estilo juguetón del autor de Se está haciendo tarde (final en laguna), quien se despidió del mundo el 16 de enero de 2024.
“Hizo que no nos dé miedo la lectura”
“Lo que hace la literatura de José Agustín es que a los lectores no nos dé miedo la lectura, que los lectores podamos encontrar algo muy similar a nuestra vida en la literatura, por la forma en que se expresan los personajes, la forma en que están contadas las historias, y por las historias mismas, que son historias que tienen que ver con la cotidianidad“, apunta el divulgador cultural.
“Y aunque José Agustín no hace propiamente una traducción de la oralidad a la literatura escrita, sí hay una resonancia del habla diaria, del habla cotidiana, llevado con un estilo literario fenomenal, que es lo que la hace literatura y no un chisme”, agrega Téllez-Tejeda.
Con estas características, el autor de La tumba logró interesar a miles de personas sin el hábito de leer, iniciarlos, señala, con lo que los sumó a la experiencia estética de la novela, el cuento, el cine, disciplinas artísticas que practicó junto al teatro, la columna periodística, la crónica, entre otras.
El escritor sigue circulando e invitando a nuevos públicos a la literatura por la solidez de sus personajes, de sus entornos, y también por su capacidad de hacer sentir al espectador que se encuentra con la esencia de sí mismo, pondera Téllez-Tejeda, “aunque uno sea totalmente distinto a sus personajes, y creo que eso hace muy vital la literatura de José Agustín”.
“Todos podemos leer y disfrutar de la literatura”
José Agustín comenzó a publicar muy temprano, cuando rondaba los 20 años, en la década de 1960.
Apareció en un entorno artístico donde era común cierta gravedad de tono, como la del ensayista Octavio Paz en El laberinto de la soledad, o las largas solemnidades casi bíblicas de Agustín Yáñez, o los análisis graves del proceso histórico que hacía José Revueltas.
En ese contexto, su escritura sobre fiestas y borracheras, sobre escapadas a Acapulco desde la Ciudad de México, invitaba al juego, al desenfado, a reconocer como asunto poético las pasiones de los adolescentes, los enamoramientos desaforados, los extravíos de la conciencia.
Con ello, estima Téllez-Tejeda, democratizó la experiencia estética. Nos enseñó, comenta, “que todos podemos escribir y todos podemos leer y disfrutar la literatura. La obra de José Agustín en términos de recepción es bastante democrática, puedes encontrar sus libros en los libreros de las casas más digamos cultas, pero son los libros que encuentras siempre que vas a un tianguis”.
“Son libros que están circulando, que además se están reeditando constantemente porque la gente los está leyendo, no es raro encontrar a gente en el transporte leyendo cualquier cosa de José Agustín”, describe.
En la literatura mexicana, abunda, hay autores consagrados, como el premio Cervantes Carlos Fuentes, que son leídos en algunas de sus obras porque se las dejan de tarea a los estudiantes de bachillerato, como la noveleta Aura.
“Pero de José Agustín puedes encontrar toda su obra circulando, y eso creo que muy pocos, quizás salvo (Juan) Rulfo, muy pocos escritores de literatura en México lo pueden presumir”, contrasta.
¿Quiénes son los herederos del ‘jipiteca’?
Cuestionado sobre las voces de la literatura mexicana contemporánea que heredaron mejor los patios expresivos que abrió José Agustín, Luis Téllez-Tejeda enumera al novelista Julián Herbert y el poeta Ángel Ortuño, para empezar.
Herbert, autor de La casa del dolor ajeno, “es un escritor que no viene de la intelectualidad, sino que se formó en las calles y su literatura viene de ahí”, apunta el divulgador cultural. En tanto, la poesía de Ortuño “es totalmente contracultural, totalmente antipoética, antisolemne, antiintelectual”.
Además, menciona a la periodista y novelista veracruzana Fernanda Melchor, quien ganó reconocimiento internacional con su novela Temporada de huracanes, recientemente adaptada al cine, y la ensayista Brenda Ríos, “que también tiene cosas muy interesantes que decir desde puntos de vista que no son necesariamente los puntos desde donde se acostumbraba a hacer literatura en México hasta hace unos años“.
“Quizás José Agustín era ese ejemplo de desde dónde no se hacía la literatura, que se empezó a hacer”, redondea.
Como ejemplo de esto último, Téllez-Tejeda subraya que una de las obras más leídas y recurridas del novelista fue pensada para niños, La panza del Tepozteco, “es una obra que a mí me parece muy importante”.
Otro ejemplo de la resonancia histórica que logró el desenfado de José Agustín, considera el facilitador, es que se ha resignificado el lugar que tienen en el gusto lector y en la conversación artística obras con menos pretensiones de grandiosidad, dirigidas a públicos que se considerarían periféricos del foco grave de la seriedad, como los juveniles.
“Mucha de la literatura mexicana actual que se está haciendo, no es la literatura que se escribe como para los adultos, para el mainstream, la literatura infantil y juvenil tiene un montón de voces bien interesantes, que están opacadas totalmente por una literatura digamos para adultos”, expresa.
Rebeldía, desparpajo, filosofía, música clásica, rock
Con su trabajo artístico, José Agustín le permitió a la cultura mexicana “llevar el desparpajo, llevar lo que sucede en la calle, puede ser la calle de una ciudad o de un pueblo, a la literatura; pero también llevar el ojo crítico de quien está escribiendo”, estima Téllez-Tejeda.
El novelista, subraya el divulgador, no era un improvisado, si bien sus escritos remarcan la voluntad de juego y antisolemnidad. Por el contrario, sus páginas son fruto de muchos años de lectura, revisión de las tradiciones culturales ancestrales y las modernas, etcétera.
“José Agustín parece un escritor desparpajado, rebelde, pero detrás de su escritura hay muchísimas lecturas, muchísima reflexión, muchísima filosofía, hay horas de escucha de rock, de música clásica”, enumera.
“Y para poder decir algo hay que tener algo que decir, y ese algo que decir no está nada más en ver pasar a la gente en la calle, sino preguntarse, leer qué hay atrás de todo eso. Me parece magnífico porque es un escritor que parece muy desmadroso, pero en su desmadre hay muchísima sabiduría; no sabiduría de refrán, hay sabiduría de erudito”, concluye.
Fuente:https://sputniknews.lat/
© Foto : Secretaría de Cultura de la Ciudad de México
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