CR7 y la Constitución Mexicana
Desde el graderío los aplausos. Su sonrisa contagia. Los más cercanos reconocen al portugués como fenómeno. Se alza en el aire. De volea, cabeza o con plena velocidad, los defensas quedan atrás con sus marcajes.
Les rompe la cintura. Hace perder el equilibrio. Aquí el goleador letal. Cristiano Ronaldo es efectivo. Viaja en el intercambio de uniformes. Sirve al pasado como eternizador de los dioses del ocaso.
Su plenitud deportiva contrasta en la paciencia de los contratrios. Nuestra Carta Magna nació el mismo día del CR7. Para quienes se apasionan por la libertad, igualdad y fraternidad, entenderíamos que el futbol y la democracia son idénticos.
La victoria enmarca por la destreza, la honradez, el trato igualitario, por tender la mano a quien ya desplazamos. Nuestra Constitución de 1917 es el fruto más manoseado, defraudado, modificado y destrozado.
Cada cachorro de la revolución mexicana le impuso su sello. Para el tamaño del saqueo o de las necesidades del progreso. No son lo mismo. Así lo manejaron con la opinión pública. De Sonora a Yucatán los caciques se movieron con sigilo.
Repartieron haciendas, tierras sin producir y aleccionaron a la tropa en cuanto a la revolución a llegado y pronto les hará justicia.
Ni uno ni lo otro sucedió. Solo el saqueo, el despojo. Solo en las partes urbanas, a quienes hicieron méritos suficientes, como ensuciar las votaciones, utilizar sicarios y aleccionarse a las bases del partido. Obedecer y comer excremento. Enlodarse en todas las superficies de la nación.
Cristiano Ronaldo seguirá en ese olimpo de deportistas atemporales. El feriado del 5 de febrero nos recuerda como pisoteamos la más limpia intención de las vidas y sangre regada en escaramuzas, batallas y trafico de influencias de una nación mestiza, noble.
