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Gerson Gómez

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El show de Andrés el boticario

Nada. Por favor olvide los shows nocturnos. Los de las muchachas con poca ropa en la televisión abierta. Hay un programa nacional con mayor raiting de provocación.

En las mañaneras su conductor, quien no le pide nada a la desaparecida Carmen Salinas, Brozo o Nino Canun, cuenta con su propia canonización, entretenimiento y hasta elenos musicales para alargar el tiempo aire.

Imagine a un presidente melómano. Enamorado de las letras de las grandes épocas. Le brinda a los ejecutantes y cantantes, la hora premium de identificación verbal.

Sus elementos, desde la ayudantía personal hasta los disciplinados de las fuerzas armadas, sonríen frente a las ocurrencias de nuestro líder supremo.

Para esa hora, la mayoría de los gobernadores aún están en los cafés políticos, recibiendo por WhatsApp, la diatriba generalizada. De los temas en cuestión sobre cada uno de los kilómetros del territorio nacional.

Entre el chascarrillo fácil y la ocurrencia inverosímil, de la chistera, del prestidigitador en ebullición, Andrés Manuel ya habla de los fachos, los malos, los disidentes, los fifis, el quien pompó, de Claudio X. González, las visitas a los avances de las obras e progreso y hasta de quienes han de venir en camino al paraíso.

Andrés, quien no es dictador, para desgracia de sus detractores, sigue moviendo a los alfiles de la sucesión en este 2024. A Monreal lo redujo a Zacatecas. A Ebrard ya le enseñó, como en la época del viejo dinosaurio tricolor, a ser disciplinado.

De ahí para abajo. Todos agachan la cabeza a la sonora voluntad del nuevo entretenimiento. Por cierto, muy largo, aburrido y tedioso, como lo fue Siempre en Domingo.

Andrés Manuel nos bendice. Y al terminar siempre, como cada día, abandona el presídium. No con aplausos, sino flanqueado por la preocupación de un país tan frágil y escueto. Pensando en las estructuras electorales para el día 0. Donde el show del boticario nos demuestre de la mano de Claudia Sheinbaum el siguiente truco.