Uno de los máximos exponentes del taekwondo en el mudo, es el originario de Cancún, Quintana Roo, Carlos Adrián Sansores Acevedo; quien desde los 11 años practica este deporte gracias a que le dieron la oportunidad de entrenar gratis en una escuela de Chetumal, donde vivió gran parte de su infancia; actualmente cuenta con su clasificación a París 2024, sus segundos Juegos Olímpicos.
“Daban clases gratuitas a los hijos de policías; sin embargo, sin ser hijo de un policía, me dieron la oportunidad de entrenar, me dieron las bases y luego de que pude dar mi primera medalla nacional, me regresé a Cancún con mi coach estatal, Sinhue Peniche; él estuvo más de siete años con la selección nacional, entonces tiene experiencia”, compartió en entrevista con la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE).
Antes, el triple medallista mundial experimentó en otros deportes como box, judo, lucha olímpica, natación y futbol; sin embargo, una vez que conoció el taekwondo, no paró hasta llegar a entrenar con la selección, en el Centro Nacional de Desarrollo de Talentos Deportivos y Alto Rendimiento (CNAR), complejo perteneciente a la CONADE.
“Llegué a los 16 años a Ciudad de México, en noviembre de 2013, como invitado; como quien dice no me gané mi lugar, porque aquí sólo están los mejores de lo mejor de México, entonces me dieron la oportunidad y vieron esa proyección en mí, la cual yo pude aprovechar. Cuando llegué a selección nacional no se sabían ni nombre, entonces me pusieron Cancún, como la ciudad, me decían: Cancún ven para acá”, rememoró el campeón panamericano de Santiago 2023.
A pesar de su corta edad, Carlos Sansores era muy consciente de que la situación económica de su familia no era buena y se puso como meta, ser de los mejores taekwondoínes para tener su lugar seguro en el CNAR.
“Quería salir adelante, quería ayudar mucho a mis papás; sabía que entre más tiempo me quedara aquí, sería más ayuda para ellos. A lo mejor en la cuestión de comida, de ver por mí, de gastar por mí y siempre en mi mente tuve presente que tenía que estar aquí y aprovechar todo lo que se podía para seguir manteniéndome en el CNAR, este año cumpliré ya 11 años en la Ciudad de México y muy agradecido con la vida porque me puso en el camino correcto”, recordó con una sonrisa en el rostro.
La primera medalla internacional para el joven taekwondoín se dio bajo las instrucciones del profesor Alfonso Victoria, con quien actualmente se prepara para su próxima cita en los Juegos Olímpicos París 2024, a los que ya consiguió clasificar tras ubicarse en el segundo lugar del ranking olímpico de su categoría +80 kilos.
“Fui seleccionado nacional juvenil en Suecia durante 2014, en ese entonces yo no sabía a qué me enfrentaba; nunca había salido del país y lo primero que hice para irme a una competencia internacional fue bastante curioso, porque dije: ¡no importa ya estoy aquí, tengo que echarle todas las ganas!, ya entrené, ya me enfoqué, vamos a ver cómo me desenvuelvo. Y así gané mi primera medalla de plata”, rememoró el ganador del Premio Nacional de Deportes 2023.
“En 2018 di mi primer resultado oficial en el Campeonato Panamericano de la especialidad de Washington Spokane, gané oro y me volví campeón panamericano, sentí mucha felicidad; creo que fue un punto de mi vida en donde pude poner las cartas sobre la mesa y decir: ¡yo puedo ser bueno!, si entreno como un campeón, voy a ser un campeón; ahí supe que nada es imposible”, afirmó el quintanarroense de 26 años.
Una medalla especial, constancia y sacrificios
“La más emotiva o la más importante en mi carrera deportiva fue la medalla mundial de Guadalajara, en donde me convierto en campeón del mundo; fueron sentimientos encontrados, porque no sólo me pudo ver toda la gente que me apoya, con quien estoy muy agradecido; también pudo estar presente toda mi familia conmigo en una competencia; estuve muy contento de que me pudieran ver como campeón del mundo”.
Las victorias en su carrera deportiva han sido el resultado de su tenacidad, constancia y talento, pero también de grandes sacrificios.
“Desde 2013 que llegué, no salí hasta diciembre de 2014, estuve en el CNAR todos los días de lunes a domingo, solo salía a las competencias pero nada más, esa fue la parte difícil, porque no estaba acostumbrado a eso, no estaba acostumbrado al entrenamiento de alto rendimiento; también la altura porque soy de Cancún y allá el clima es muy tropical, aquí es muy frío en noviembre y yo sólo tenía una chamarra, realmente me costó muchísimo adaptarme”, admitió el medallista mundial de plata en Manchester 2019, oro en Guadalajara 2022 y plata en Bakú 2023.
La vida también le regaló a una familia adoptiva, que lo acogió como a uno de los suyos.
“Estoy muy agradecido con la familia Rentería, porque ellos no sólo me ayudaron a convivir, también a tener una perspectiva diferente de la vida; ellos me regalaron mi primera ropa formal, los primeros zapatos para salir, me regalaron muchísimas cosas que les agradezco el día de hoy; me abrieron las puertas con toda la bondad del mundo, gracias a su hijo Mariano que entrenaba conmigo, él fue quien aceptó mi amistad y les pidió a sus papás que me invitaran; así que me llevaron por primera vez a Disneylandia, fue algo muy padre porque yo no conocía ese tipo de cosas y cuando ellos me regalaron la oportunidad de vivirlas, me motivó mucho para seguir siendo bueno en lo que hago y poder brindarle eso a mi familia”.
El seleccionado mexicano que destaca por su gran altura al medir 1.94 metros, formó pronto su propia familia y en ella encuentra una nueva fuente de inspiración y motivación para dar fuerza a sus objetivos deportivos.
“Tengo a mi esposa y a mis tres hijas, unas gemelas de cinco años y la más chiquita de dos, entonces el sacrificio más grande es seguir aquí entrenando por ellas, porque ellas siguen creciendo y no puedo estar siempre presente”.
El “gigante del taekwondo mexicano” reconoció que no siempre fue un buen compañero con los nuevos integrantes de la selección nacional; sin embargo, su actitud cambió con los años.
“La vida me enseñó que nunca dejas de aprender y hoy por hoy, lo que quiero es poder brindarles todo lo que necesiten, cuando alguien menor que yo venga, o que está iniciando en la selección, estoy abierto a lo que ellos quieran y necesiten aprender o saber, en lo que les pueda ayudar. Si me pudiera definir por alguna cosa, yo creo que sería en la empatía que tengo con las demás personas, ¡es algo que hace Carlos Sansores, quiero saber cómo te sientes, como estás!”
El taekwondo también le regaló a otro tipo de familia, esa con la que comparte entrenamientos diarios, alimentos, viajes y competencias.
“Literalmente Brandon Plaza es mi compadre, él bautizó a una de mis hijas y Rubén Nava quien me ayuda para mi proceso olímpico, también es padrino de una de mis niñas; así es como el taekwondo me ha dado muchas amistades, no sólo en México; también fuera del país, grandes rivales a la hora de pelear se han convertido en grandes amigos”.
Rivales de altura y filosofía de vida
A pesar de todos sus logros y de ser considerado como uno de los mejores exponentes del taekwondo nacional, Carlos Sansores no sabe cómo lo perciben sus contrincantes.
“Es bastante chistoso, porque yo cada vez que veo a mis rivales, los veo desde abajo porque ellos son más altos y; a pesar de que me ven alto, soy chaparrito allá afuera. Cada que entra uno, recuerdo su nombre o que medalla ha ganado, los veo con mucho respeto porque todos tienen sus méritos; pero me sigo preguntando cómo es que ellos me ven a mí, ¿será que digan, oye ahí viene Sansores?”.
El guerrero azteca comparte siempre la frase motivacional que lo inspira en sus triunfos y derrotas: “Dios no te va a dar lo que quieres, sino lo que realmente mereces; sino es una, viene algo más grande”.
Fuente: Conade – eitmedia.mx