El castigo y la recompensa
Sobrevivir no es vivir. Racionalizamos los tiempos perdidos. En el traslado las filas interminables. Dan la vuelta a la manzana. Solo queda la frustración. La conformidad autista.
Enganchados a las redes sociales. Ponte trucha. Rebasan por la derecha. Pocas probabilidades hacer de hora y media en el regreso.
Los municipios, las delegaciones, las ciudades dragón, te comen vivo. El segundero electrónico desplazo al grano de arena. Pensar en la inmortalidad de las curvas de la compañera escolar.
La vida cambia por completo. Gracias a nuestros elegantes secretarios de movilidad. Silbato, frecuencia, alto parlante o el simple pato. Lleva preferencia la patrulla. En las esquinas, donde las unidades posan las luces, motor encendido, sistema de aire acondicionado a full. Quien vigila a los ausentes.
Nadie. Están para disuadir a los operadores del mal. Gasto inútil de combustible. El elemento policiaco gana mayor sueldo al intendente o al maestro de escuela primaria.
Algo hacemos mal. En los templos de enseñanza los niños del barrio sueñan. Ya no serán astronautas o futbolistas. El dinero bueno es malo. Trabaja como informante, sube a halcón, haz carrera de sicario.
Para las niñas hay espacio en los giros negros. Quien mas enseña mejor clientela atrae. Vuelva a lo extremo. Sea grosera. Así me hizo la vida. Las princesas del hogar tornean los labios, las espaldas bajas y los senos.
El chacal del barrio le pasa la iguala al de la placa. Mantiene aceitada la maquinaria del olvido y no me acuerdo.
No hay recompensa. Solo el castigo. Los olvidados de Buñuel o los Miserables de Víctor Hugo. Este es el siglo XXI. Suelte la rola Peso Pluma y el feat de Nata Cano. Ese es nuestro himno nacional.