Agua quemada
De los tres hijos uno salió rebelde. Ha sido como el prodigo bíblico. Pasó por alto todas las advertencias. Como intocable en cada una de sus determinaciones. Indisciplinado, emanado de casta divina.
Sus hermanos el poder ejecutivo y el poder legislativo siguen los mandamientos de la constitución. Las reglas son claras para el poder judicial. El centro del universo es dinero. Privilegios por encima del razonamiento humano. Algunos de los ministros, los menos, conocen el poder del presidencialismo.
La paciencia de Andrés Manuel para mover cada una de las fichas. Incluso el relevo, Claudia Sheinbaum, seguirá con la instrucción a pie juntillas.
Mientras exista pueblo pobre, no debe existir castas privilegiadas. Costa sobre los caprichos del poder judicial. Los menos, el personal de tierra, son serviles a las necesidades de sus amos. Hasta llevar médicos tratantes para atender al ministro deprimido de tanto poder en sus manos. Los honorarios facturan a precio de oro con porcentaje de ganancia para todos.
El Poder Judicial debe ajustarse o ajusticiarse a la Constitución. Jamás violentarla. Ceñirse al mito de pobreza franciscana. Comenzar la supervivencia del salmón. Limpiar cada uno de los trueques y favores entre los ministros afines.
Dar celeridad a los expedientes rezagados. Ya no recibir a los lobistas ni a las comidas con instructivos adicionales.
Ese hijo rebelde y contumaz solo representa al uno por ciento de la población. Jamás a quienes salen a la calle a exigir los derechos de equidad. Agua quemada para el olvido. Baile de muy mala fama. Cumbia atrofiada. De malísima producción.