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Gerardo Ledezma

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Están para llorar…

La situación de seguridad en México es alarmante. Pese a los múltiples incidentes de violencia, algunos legisladores de Morena insisten en proyectar una imagen de tranquilidad que contrasta con la realidad que viven miles de mexicanos.

Las matanzas, los homicidios y los enfrentamientos entre grupos criminales reflejan un problema que no puede ser minimizado ni en los discursos ni en la estrategia.

La insistencia de los legisladores en afirmar que “todo marcha bien” parece, en el mejor de los casos, un intento por preservar una narrativa, mientras la ciudadanía sigue siendo testigo de una espiral de violencia que no muestra señales de contención efectiva.

La reciente reunión entre el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), Ricardo Monreal, y el secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, mostró una visión más sincera. Según Monreal, Harfuch reconoció abiertamente la gravedad de la violencia en México, lo cual es un paso importante en el discurso oficial, pues no trata de maquillar la magnitud del problema.

Sin embargo, que Harfuch no se dirigiera a la prensa ni diera declaraciones directas siembra dudas sobre el alcance real de su compromiso o las posibilidades de éxito de la actual estrategia.

Al menos, Monreal destacó la honestidad y transparencia con la que se discutieron las preocupaciones de los coordinadores presentes, lo cual abre la puerta a un enfoque menos conformista.

Es fundamental que la seguridad nacional se aborde desde una perspectiva que admita los errores y evalúe con claridad las fallas en la estrategia de seguridad.

No se trata de defender una imagen sino de proteger vidas. Aplaudir los logros sin ver las cifras y condiciones reales en el país solo aleja más a los ciudadanos del gobierno.

En este contexto, reconocer la crisis es el primer paso, pero hace falta mucho más que optimismo.