Culiacán en luto: la indignación de una ciudadanía harta de la violencia y el abandono gubernamental
La imagen de miles de personas vestidas de blanco, alzando globos y pancartas con los nombres de Alexander y Gael, ha sacudido a Culiacán. Una ciudad que hoy llora la pérdida de dos menores de edad asesinados junto a su padre en un acto de violencia que refleja la profunda descomposición social y la falta de gobernabilidad en Sinaloa. Pero esta marcha no solo es un lamento por las vidas perdidas, es un grito colectivo de hartazgo y una exigencia de justicia que golpea directamente al Gobernador Rubén Rocha, cuya incapacidad para enfrentar la inseguridad ha llevado a la sociedad a un punto de quiebre.
El domingo pasado, los hermanos Alexander y Gael, de 9 y 12 años, murieron junto a su padre tras ser atacados mientras viajaban en su auto. Otro hermano, también menor, permanece hospitalizado. La tragedia ocurrió en el sector Los Ángeles de Culiacán, una zona que, como tantas otras en el estado, está marcada por el control de grupos criminales. Ante esta tragedia, la respuesta del gobierno estatal ha sido tibia y evasiva, desatando una movilización que ayer culminó en un acto simbólico y contundente: la irrupción de manifestantes en el Palacio de Gobierno.
Familiares, docentes, estudiantes y vecinos se unieron en un clamor común: justicia para Alexander y Gael. “¡A los niños no!”, gritaban mientras exigían la renuncia de Rocha. Las pancartas y consignas dejaron claro el mensaje: Sinaloa está de luto y ya no tolerará la indiferencia gubernamental ante la violencia. El interior del Palacio, con paredes rotas y documentos esparcidos, se convirtió en un reflejo de la ira contenida de una sociedad que se siente traicionada por sus líderes.
La violencia en Sinaloa no es un fenómeno nuevo, pero la inacción de las autoridades ha permitido que las cifras alcancen niveles aterradores. En los últimos meses, Culiacán ha registrado casi 600 homicidios, más de 600 desapariciones y miles de robos de vehículos. Mientras tanto, los grupos criminales, herederos del legado del “Chapo” Guzmán, continúan su guerra sin tregua. Sin embargo, lo que más duele a la ciudadanía es la ausencia de acciones concretas del gobierno estatal para proteger a los más vulnerables, como lo evidenció este brutal ataque.
El Gobernador Rocha enfrenta ahora no solo la presión de los grupos criminales, sino la furia de una sociedad que exige su salida inmediata. La marcha no es solo una manifestación de dolor, sino también un ultimátum: la ciudadanía no permitirá más simulaciones ni excusas. En el centro de este conflicto está una exigencia clara: devolver la paz a Sinaloa y garantizar que ningún niño más pierda la vida a causa de la violencia.
La presidenta Claudia Sheinbaum debe tomar nota de esta crisis. Si el Gobierno federal no interviene, el vacío de liderazgo en Sinaloa podría tener consecuencias políticas y sociales irreversibles. La renuncia de Rocha ya no es solo un clamor, sino una necesidad para restaurar la confianza en las instituciones y enviar un mensaje claro: la violencia no será tolerada, y la vida de los ciudadanos, especialmente de los niños, será siempre una prioridad.