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Gerardo Ledezma

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La criminalización de la protesta: un golpe a la libertad de expresión

En un mundo que se precia de defender los derechos humanos y la libertad de expresión, resulta alarmante y contradictorio que se busque criminalizar la disidencia, especialmente cuando esta se manifiesta en contra de acciones que muchos consideran injustas o incluso genocidas.

La reciente decisión de Donald Trump, respaldada por el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, de firmar una orden ejecutiva que persigue a estudiantes y profesores extranjeros que protestan contra la invasión de Israel en Gaza, es un claro ejemplo de cómo se utiliza el poder para silenciar voces críticas y sofocar el debate público.

Esta orden ejecutiva, presentada como una medida para “combatir el antisemitismo”, va mucho más allá de su supuesto objetivo. En lugar de fomentar el diálogo y la comprensión, busca estigmatizar y castigar a quienes se atreven a cuestionar las políticas de Israel en Palestina.

Al rastrear, denunciar y deportar a quienes participan en protestas a favor de los derechos palestinos, el gobierno estadounidense no solo está violando los principios fundamentales de la libertad de expresión, sino que también está enviando un mensaje peligroso: disentir es un delito.

La sombra del autoritarismo

La medida no solo es preocupante por su impacto inmediato en las comunidades académicas y activistas, sino también por el precedente que establece. Si hoy se persigue a quienes protestan contra la ocupación de Gaza, ¿qué impedirá que mañana se criminalicen otras formas de disidencia? La historia nos ha enseñado que los regímenes autoritarios suelen justificar la represión bajo el pretexto de proteger la seguridad nacional o combatir el odio. Sin embargo, en la práctica, estas medidas suelen ser herramientas para consolidar el poder y acallar a quienes piensan diferente.

Es importante destacar que criticar las políticas de un gobierno no es lo mismo que atacar a un pueblo o una religión. La condena a las acciones de Netanyahu y su administración no debe confundirse con antisemitismo. De hecho, muchos judíos alrededor del mundo se han manifestado en contra de la violencia en Gaza y han abogado por una solución pacífica al conflicto. Reducir estas protestas a un acto de odio es una simplificación peligrosa que ignora la complejidad del problema y deslegitima las demandas de justicia.

El doble rasero de la justicia

Resulta irónico que, mientras se criminaliza a quienes protestan contra la violencia en Gaza, se ignore la barbarie que se está cometiendo en esa región. La comunidad internacional ha sido testigo de los bombardeos indiscriminados, el desplazamiento forzado de civiles y la destrucción de infraestructuras esenciales. Sin embargo, en lugar de condenar estas acciones, algunos gobiernos prefieren proteger a los responsables y castigar a quienes denuncian estas injusticias.

Este doble rasero no solo es hipócrita, sino también profundamente injusto. Mientras se persigue a estudiantes y profesores por ejercer su derecho a protestar, se permite que quienes cometen crímenes de guerra actúen con impunidad. Esta desigualdad en la aplicación de la justicia no hace más que alimentar el resentimiento y perpetuar el ciclo de violencia.

Un llamado a la reflexión

En un momento en el que el mundo enfrenta desafíos sin precedentes, es más importante que nunca defender los valores de la democracia, la libertad de expresión y el respeto a los derechos humanos. Criminalizar la protesta no solo es un acto de cobardía, sino también una traición a estos principios. En lugar de silenciar a quienes piensan diferente, los gobiernos deberían fomentar el diálogo y buscar soluciones pacíficas a los conflictos.

La orden ejecutiva de Trump no es solo un ataque a los activistas pro-Palestina, sino también una amenaza para todos aquellos que creen en el poder de la palabra y la acción colectiva. Si permitimos que esta medida se normalice, estaremos dando un paso más hacia un mundo en el que la disidencia es un lujo que pocos pueden permitirse. Y ese es un mundo que nadie debería querer habitar.

Por cierto, Donald Trump no dijo que iba a respetar la libertad de expresión. P mejor dicho que no sabe que Netanyahu tiene ordenes de aprensión no solo en un país sino en varios. En fin.