México entre crisis, acuerdos y presiones externas
El escenario político en México sigue dando giros inesperados, y tres hechos recientes ilustran con claridad las tensiones entre el gobierno, la oposición y las demandas internacionales.
En Sinaloa, la administración de Rubén Rocha Moya enfrenta el mayor rechazo de su gestión. La ciudadanía ya no lo quiere en el cargo. Encuestas, manifestaciones y hasta llamados desde el Senado para evaluar una posible revocación de mandato reflejan el hartazgo social. La seguridad, o mejor dicho, la falta de ella, es la razón principal. La percepción de que el gobernador ha fallado en garantizar la paz se extiende incluso a medios nacionales que registran un alto porcentaje de inconformidad entre los sinaloenses. El mensaje es claro: Rocha Moya ha perdido el respaldo de su pueblo.
En Nuevo León, mientras tanto, las negociaciones en el Congreso avanzan para la aprobación del presupuesto 2025. Los líderes de las bancadas de Movimiento Ciudadano y el PAN han mostrado disposición para alcanzar acuerdos, y aunque el PRI aún no define su postura, los diálogos entre las fuerzas políticas apuntan a un posible consenso. La pregunta clave es si el gobierno estatal obtendrá los recursos que solicita o si el Congreso impondrá candados para evitar malos manejos.
Y en el ámbito nacional, un giro significativo: los militares mexicanos han sido reubicados a la frontera con Estados Unidos. Durante meses, su labor se había desviado hacia el resguardo de aeropuertos, bancos y otras áreas que no correspondían a sus funciones primarias. Pero ahora, la instrucción es clara: proteger los intereses de México… y de Washington.
No es coincidencia que esta medida responda a una de las exigencias de Donald Trump, quien ha condicionado la imposición de aranceles a cambios concretos en la estrategia mexicana de seguridad y migración. El siguiente paso será aún más delicado: la captura de capos del narcotráfico de alto perfil, como también lo han solicitado desde Estados Unidos.
México se encuentra, una vez más, en un cruce de caminos. Entre la presión de su gente para cambiar de gobernantes, la necesidad de acuerdos internos y las exigencias externas que nos recuerdan lo vulnerables que somos frente a decisiones foráneas. ¿Tendremos un gobierno que escuche a su gente? ¿Se privilegiarán los intereses nacionales o seguiremos cediendo ante Washington? Las próximas semanas serán clave para encontrar esas respuestas.