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Gerardo Ledezma

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El precio de la ambición: ¿Por qué Elon Musk realmente abandona Washington?

El anuncio de Elon Musk sobre su retiro gradual de la administración Trump debería leerse entre líneas. No es solo una cuestión de números rojos en Tesla, donde las ganancias se desplomaron 71% en el primer trimestre. Tampoco es únicamente el reclamo de inversionistas que exigen su atención completa. Este movimiento revela algo más profundo: el costo político de asociarse demasiado cerca con esta Casa Blanca.

El creador de Tesla y SpaceX llegó a Washington como una figura casi mesiánica, prometiendo revolucionar la burocracia desde su peculiar puesto como director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Pero la realidad golpeó con fuerza. Su estilo disruptivo chocó incluso con los aliados más cercanos de Trump, mientras sus declaraciones impredecibles comenzaron a pesar más que sus contribuciones.

Los mercados castigaron a Tesla no solo por sus desafíos operativos, sino porque Musk se convirtió en un símbolo polarizante en una administración ya de por sí divisiva. Cuando un CEO se transforma en carga política, los inversionistas huyen. La advertencia de Tesla sobre la “incertidumbre en los mercados” parece un eufemismo para decir que la marca se contaminó de asociaciones tóxicas.

Este episodio deja una lección clara: en la era Trump, el éxito empresarial y la supervivencia política son juegos distintos. Musk lo aprendió tarde. Su genio innovador no fue suficiente para navegar las turbulentas aguas de Washington, donde hoy parece más un pasivo que un activo. Su salida no es solo una estrategia corporativa: es el reconocimiento tácito de que en política, como en los negocios, hay momentos para doblar y momentos para retirarse.

El verdadero test vendrá ahora: ¿Podrá Musk rehabilitar la imagen de Tesla alejándose de Trump, o el daño ya está hecho? El mercado, como siempre, tendrá la última palabra.

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