Entre lluvias y diplomacia: el arte de navegar aguas turbulentas
Nuevo León vuelve a ser protagonista en el eterno drama del agua, esta vez con un guión renovado que mezcla pronósticos meteorológicos con urgencias diplomáticas.
Mientras las autoridades aseguran que el desfogue de la Presa El Cuchillo responde únicamente a medidas de seguridad ante posibles lluvias, los especialistas no pueden evitar notar la conveniente coincidencia: el líquido sobrante terminará precisamente donde más se necesita para saldar la deuda hídrica con Estados Unidos. La ironía es palpable: los regiomontanos, acostumbrados a restricciones y sacrificios, ahora ven cómo sus reservas se escurren hacia otros destinos mientras se les pide creer en la casualidad meteorológica.
Esta peculiar gestión del agua ocurre en paralelo a otro desgaste recurrente: las tensiones bilaterales con el vecino del norte. La reciente declaración presidencial comparando a México con una piñata electoral estadounidense refleja el cansancio de una relación que oscila entre la dependencia económica y el reproche mutuo. La retórica de soberanía y valores morales choca frontalmente con la realidad de un país que sigue siendo socio comercial vital pero también chivo expiatorio conveniente en temporada de campañas políticas.
Ambos escenarios comparten un patrón preocupante: la falta de estrategias de largo plazo. En el tema hídrico, seguimos actuando por urgencia en lugar de prevenir; en la relación bilateral, respondemos a provocaciones en lugar de construir puentes.
Mientras tanto, los ciudadanos de a pie -ya sea los que miran cómo baja el nivel de sus presas o los que sufren los embates de la retórica xenófoba- pagan los platos rotos de estas improvisaciones.
Por lo pronto, ya nos jodimos de nuevo.
