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Gerardo Ledezma

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El canto que envenena: cuando la música deja de ser arte y se convierte en apología

En México, el corrido —ese género popular que durante décadas narró las gestas de revolucionarios, amores imposibles o tragedias rurales— ha mutado en una vertiente peligrosa y distorsionada: el narcocorrido. Hoy, su tono desafiante y sus letras que glorifican a criminales ya no solo son una moda polémica, sino parte de un fenómeno que amenaza la salud cívica de la sociedad.

El caso más reciente lo protagoniza el grupo sinaloense Los Alegres del Barranco, quienes enfrentan cargos por apología del delito tras proyectar imágenes de Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, en pleno concierto en Zapopan. No es un hecho aislado ni un simple exceso artístico. Es un acto consciente que los coloca frente a la ley y, de manera inevitable, en el centro de una discusión nacional sobre los límites de la libertad artística y el daño colectivo de estas representaciones.

El juez Gildardo Joel Landeros Parra impuso a los integrantes del grupo una fianza conjunta de 1.8 millones de pesos, además de prohibirles salir del estado de Jalisco por seis días. Las medidas judiciales son apenas un primer paso en un escenario que podría marcar un precedente en el combate legal contra los contenidos que, lejos de cuestionar, glorifican al crimen organizado.

Armando Moreno Álvarez, José Pavel Moreno Serrano, José Carlos Moreno Álvarez y Cristóbal Reyes López acudieron al juzgado de Puente Grande sin emitir declaraciones. Fue su promotor, Yani Camarena, quien se limitó a decir que esperan “una buena resolución”. Pero la justicia, si ha de servir a la sociedad, no puede confundirse con indulgencia.

A los señalamientos en Zapopan se suman investigaciones abiertas por presentaciones similares en Tequila y Cihuatlán. Esto, pese a que el grupo ya estaba bajo proceso por su actuación el pasado 29 de marzo en el Auditorio Telmex, donde rindieron un homenaje explícito al líder del Cártel Jalisco Nueva Generación. La reincidencia deja poco espacio para pensar en errores de juicio o provocaciones accidentales.

El gobernador de Jalisco, Pablo Lemus Navarro, no solo mostró su indignación; señaló directamente a las autoridades municipales de Cihuatlán y Tequila por permitir lo que ya habían acordado evitar: que estos contenidos se promuevan desde los escenarios públicos. La crítica es oportuna, pero también expone un problema más profundo: la normalización de la narconarrativa en el entretenimiento. Parte de esta información del caso la tome de https://24-horas.mx

Continúo…no es solo música. No es solo show. Es un discurso que enaltece a quienes sumen al país en el miedo, el dolor y la impunidad. La sangre derramada por miles de víctimas no puede ser tema de festivales ni pretexto para obtener aplausos o millones de vistas en plataformas digitales.

En un país donde varios músicos ya han perdido la vida por jugar con fuego al alardear de su cercanía —real o ficticia— con líderes criminales, insistir en este camino no es valentía ni provocación artística. Es irresponsabilidad. Y también es complicidad.

El proceso contra Los Alegres del Barranco apenas comienza, pero el verdadero juicio es social: ¿hasta cuándo vamos a tolerar que se celebre lo que nos destruye? ¿Hasta dónde llega el derecho de cantar lo que se quiera cuando lo que se canta legitima lo inaceptable?

Porque el arte también tiene consecuencias. Y hay canciones que matan.