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Gerson Gómez

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Verde será

A medio día el azar sorprendió la narración. Llegamos para buscar buenas noticias del familiar enfermo.

Creer es un gesto humano. Las plegarias atendidas evolucionan de acuerdo con el inconsciente. Lo hacemos sin ninguna membresía o bajo la responsabilidad de un credo.

Del árbol materno crecieron cinco ramas. Cada una de ellas reverdeció. Incluso para quien determinó cuidar la soltería a la usanza de mirar por los padres.

Somos ocho los nietos de la familia Salas Silva. Nuestros abuelos nacieron en Marín y en Monterrey, de ascendencia en el Durazno, ejido de Cadereyta Nuevo León.

Aún residiendo en el área metropolitana, todos profesionistas, con estudios superiores al postgrado, realizamos la vida de acuerdo con los potenciales.

Quienes cursamos la universidad pública o en las instancias particulares, nos une el lazo indisoluble de la sangre.

Las huellas del tránsito en la arena del tiempo. Lloramos, sí. No se puede medir a quien escribe por la envoltura. Necesitamos de la fraternidad. Sentarse a la mesa. Disponer de tiempo, sin prisa, de agenda libre. Apagar los dispositivos móviles.

Dar el abrazo antes y durante cualquier trayecto cuesta arriba. Acercar el alimento. Quien llega con las manos vacías demuestra un corazón poco agradecido.

La rueda de la vida miserable, escudada en una infame postura de jueces. Vigorizamos en armonía. Cada uno en su propia cosecha. Infantes convertidos en pletóricos adultos. Las responsabilidades punzan. Aquí estamos. Celebrando la vida de quienes han trascendido.

Nos coloca encabezando a los nietos de Don Agustín y Doña Hortensia Ruth.

Damos gracias por Sergio y Mary, Cesar y Josefina, Abraham y Silvia, Patricia Guadalupe, Carlos Agustín y Teresa.

Nosotros, sus hijos, Gerson, Rebeca, Nancy, Jessica, Carlos, Cesar, David y Jonathan, no somos indiferentes. Y eso vale mucho, en tiempos donde la vida se va como el viento.

Reverdecemos.