
César Sordia Salinas, profesor de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (FIME) de la UANL, lleva cuatro décadas demostrando que los límites no existen cuando hay determinación. Aunque una retinitis pigmentosa le arrebató la vista en su juventud, eso no impidió que se titulara como Ingeniero en Electrónica y Comunicaciones en 1983.
“Si Dios me quitaba algo, Dios me daba otra virtud, otro sentido. Eso me hizo salir adelante y decir que sí podía titularme de ingeniero, porque eran mis sueños”, relata Sordia Salinas, quien encontró en el apoyo de su familia y la universidad la fuerza para seguir adelante.
Su historia no solo es un ejemplo de resiliencia, sino también de vocación. Desde febrero de 1985, imparte clases en FIME, primero en ciencias básicas y ahora como coordinador de Capacidad Académica. Todo comenzó cuando el ingeniero Guadalupe Evaristo Cedillo Garza, exdirector de la facultad, lo invitó a sumarse como docente.

“Me di cuenta de que yo tenía la capacidad, a lo mejor no visual, pero sí otra para titularme de forma correcta”, reflexiona.
En el Día del Maestro, su mensaje para los jóvenes es claro: “Cuando uno quiere hacer algo, sí se puede. Si otro ha logrado sus sueños, tú también”. Sus alumnos, a quienes llama “hijos”, son testigos de su entrega. “Algunos me dicen: ‘Oiga, usted sí ve, nada más que se hace'”, comenta entre risas.
Pero más allá de las anécdotas, Sordia Salinas insiste en el valor de la empatía: “Antes de ser estudiantes, son seres humanos. Hay que escucharlos, no oírlos; observarlos, no verlos”.
Con gratitud hacia la UANL, concluye: “Aquí me siento cobijado”. Su vida es la prueba de que, con pasión y apoyo, ningún sueño es imposible.
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