
La ganadería mexicana atraviesa una de sus peores crisis en décadas. Sequía prolongada, cierre de exportaciones, precios deprimidos y falta de apoyo gubernamental conforman un escenario que pone en riesgo la viabilidad de miles de productores en todo el país, alertó César Rafael Ocaña Romo, director de la consultora NexusAgronegocios.
Mientras el precio de la carne sigue elevado para el consumidor, los productores ganaderos enfrentan un desplome en el valor de sus animales. “Muchos pierden peso y valor comercial por la falta de agua y pasto, y los costos de mantener el hato ganadero se han disparado”, advirtió el especialista.
El cierre técnico de la frontera norte, tras la detección del gusano barrenador en el sur del país, eliminó la exportación hacia Estados Unidos, históricamente una válvula de escape para los productores. Pese al riesgo sanitario, el gobierno federal decidió mantener abierta la frontera sur para evitar aumentos en los precios al consumidor, decisión que, según Ocaña Romo, compromete la salud zoosanitaria del país y expone al hato nacional a la expansión de la plaga.
“La paradoja de carne cara y precios bajos para el productor se agrava por la caída en los precios de los granos, como maíz, trigo y sorgo, insumos esenciales para la engorda. Aun así, los ganaderos siguen sin recibir apoyos significativos, pues los programas están diseñados para pequeños productores con superficies limitadas”, explicó.
A esta situación se suma el ingreso de ganado centroamericano a precios más bajos, lo que desincentiva la producción nacional y genera cuellos de botella en la comercialización. “Con la frontera norte cerrada, los productores del norte enfrentan la tormenta perfecta: bajos precios, presión sanitaria, sequía prolongada y falta de apoyo institucional”, señaló.
Ocaña subrayó que la cría de ganado es una actividad social y territorial que sostiene a miles de pequeños productores en tierras marginales. “Hoy, la exportación de becerros, que durante años ha dado estabilidad al sector, está cerrada”, lamentó.
Aunque los estados del norte cumplen estrictos protocolos sanitarios, la falta de blindaje en el sur ha minado la confianza del mercado estadounidense. “La carne no se abarata al permitir el ingreso de ganado de riesgo. Si la plaga se disemina, la carne se encarecerá aún más. Aunque los casos parecen a la baja, la llegada de las lluvias favorece su proliferación, encareciendo las medidas de control”, advirtió.
El informe “Análisis del Impacto Potencial del Gusano Barrenador en México” del SENASICA estima que, entre 2000 y 2019, la diferencia de utilidad acumulada por la presencia de la plaga alcanzó los 358,102 millones de pesos, equivalentes a casi cinco veces el presupuesto anual de la SADER para 2025. Además, proyecta una caída del 23% en la rentabilidad del sector ganadero.
Mientras las grandes empresas engordadoras reciben facilidades para importar y movilizar ganado, miles de pequeños ganaderos carecen de herramientas de gestión de riesgo, financiamiento o soporte técnico. “No es la falta de tecnología lo que mata a los animales en los potreros, sino la ausencia de una política pública efectiva”, afirmó.
Con zonas libres de plaga sólo en el papel, el ganado del sur sigue cruzando hacia el norte, generando competencia desleal en regiones libres de infestación. Mientras tanto, el mercado internacional sigue demandando carne mexicana, pero la producción primaria se hunde. “Si México pierde su base ganadera por negligencia, el verdadero encarecimiento vendrá por desabasto. Entonces, cuando se busque carne barata, ya no habrá quién la produzca, y dependeremos de precios impuestos desde el exterior”, concluyó Ocaña Romo.
eitmedia.mx