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Gerardo Ledezma

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La democracia de las casillas planchadas y los tanques llenos

En este país de realismo mágico, donde los juicios llegan después de la resaca electoral y los tanques clandestinos aparecen más rápido que los culpables, parece que todo ocurre cuando ya no hay prisa. O cuando ya no sirve de mucho.

La Sala Superior del Tribunal Electoral ha abierto la puerta a 132 impugnaciones. Sí, ciento treinta y dos. Todas por presuntas irregularidades en la elección judicial que, al parecer, a nadie le parecieron tan urgentes como para detener el espectáculo en su momento. Como si descubrir el truco del mago fuera más emocionante después del aplauso.

Los juicios de inconformidad —esos que deberían evitar el desastre, no aplaudirlo desde la barrera— cubren desde la Suprema Corte hasta los juzgados de distrito. Hay de todo: acordeones electorales, casillas planchadas, y una que otra “casilla zapato” en donde el votante parece haber elegido con la fe de los conversos o la disciplina del miedo. Qué viva la creatividad cívica.

Por si fuera poco, el PRI también se suma con una impugnación más. Buscan anular resultados como quien quiere reiniciar una partida de ajedrez porque la reina se le cayó de la mesa. Alegan protección de derechos, aunque no aclaran si el derecho al pataleo también se incluye.

Mientras tanto, el combate al huachicoleo parece más eficaz que el combate a la opacidad. Omar García Harfuch anunció, muy puntual en su red social favorita, la recuperación de un millón 200 mil litros de hidrocarburo robado en Allende, Nuevo León. Un golpe certero al crimen organizado que, curiosamente, llega con más fuerza y precisión que el escrutinio sobre las urnas. Aquí la gasolina fluye mejor que la justicia.

Lo más irónico es que, según los magistrados, todo será atendido “conforme a los plazos legales” y privilegiando “el análisis técnico-jurídico sobre el criterio político”. Una frase tan pulida como una urna sin tachaduras. Porque sí, lo técnico está bien… pero qué cómodo resulta cuando lo técnico llega con cronómetro en mano y sin mirar al calendario.

Las impugnaciones, por ahora, no son generalizadas. Se concentran en distritos, consejos específicos y regiones donde el conteo rápido fue más rápido que el sentido común. Actas sospechosas, presión a funcionarios de casilla y votos que cambiaron de color entre el conteo y la constancia. Todo suena a déjà vu, pero sin el encanto del cine francés.

En este país, la legalidad llega tarde, los hidrocarburos se encuentran escondidos, y los votos… bueno, los votos a veces se esconden mejor. La democracia sigue su curso. A tropezones, entre tambos llenos y casillas sospechosas.