
Un muro más alto, una justicia más débil y una ciudad que se estira
Mientras Estados Unidos avanza con paso firme hacia la reinstalación de viejos muros, en México la justicia se enreda en disputas de poder y las ciudades tratan de coser con concreto lo que la marginación ha dividido por décadas.
Del otro lado de la frontera, el 56% de los estadounidenses apoya extender el muro con México. Así lo revela una reciente encuesta de Pew Research Center que muestra no solo una consolidación del respaldo republicano (con un aplastante 88%), sino un crecimiento notable entre los demócratas, donde el apoyo pasó del 14% en 2019 al 27% este año. El mensaje es claro: la narrativa de mano dura con la migración ha permeado más allá de las líneas partidistas, al calor de redadas masivas y un discurso que equipara seguridad con exclusión.
“La mayoría de los adultos blancos aprueban varias de las políticas de la Administración [Trump]. Por ejemplo, el 59% apoya el uso de las fuerzas del orden estatales y locales para ayudar en los esfuerzos de deportación”, señala el informe. Y aunque el 54% desaprueba las redadas en los centros de trabajo, la tendencia muestra que el país va normalizando acciones que antes provocaban escándalo. El muro se alza tanto en concreto como en percepción.
Mientras tanto, en México, el senador Waldo Fernández pone sobre la mesa una propuesta que huele a regresión: ¿regresar las Fiscalías estatales al control de los Gobernadores?. “Es una discusión que estamos teniendo porque todos los días los ciudadanos salen a la calle y se quejan del sistema de justicia, y muchas veces contra el Gobernador, cuando el Gobernador no tiene la responsabilidad directa de la Fiscalía”, justificó. Bajo el argumento de una supuesta crisis de operatividad, el senador plantea revertir una de las reformas más importantes en materia de procuración de justicia.
Fernández insiste en que el modelo actual ha creado parálisis institucional y conflictos políticos, como en Nuevo León, donde –según él– la disputa por el control de la Fiscalía ha derivado en un “déficit de justicia”. Su visión parte de una premisa polémica: si hay crisis, devuélvase el poder al Ejecutivo, aun cuando eso signifique retroceder en la autonomía conquistada. “Yo represento a Nuevo León, y creo que aquí el chiste se cuenta solo”.
Y entre muros que se levantan y reformas a consideración, Adrián de la Garza habla de conectar lo desconectado. El alcalde de Monterrey aseguró que la interconexión entre el multimodal y Valle Oriente no solo mejorará la movilidad de la metrópoli, sino que llevará beneficios a la colonia Independencia. “Es muy importante no nada más para la movilidad de ambos municipios, sino también para darle mayor vida y acercamiento a la colonia Independencia”, expresó. Un proyecto que inicia con la obtención del derecho de vía y que, al decir de sus impulsores, busca saldar deudas históricas con una zona que nació de manera irregular y ha sido sistemáticamente ignorada.
Entre bombas y elecciones, la mecha encendida de Medio Oriente
Mientras los reflectores internacionales siguen posados sobre la escalada entre Israel e Irán, la incertidumbre no deja de crecer. Con instalaciones nucleares y objetivos militares bajo fuego, la tensión regional amenaza con encender un conflicto de proporciones impredecibles. Pero la noticia que remueve aún más el tablero geopolítico proviene de Washington: Donald Trump, en su carrera de regreso a la Casa Blanca, podría decidir en apenas dos semanas si lanza o no una ofensiva directa contra Teherán.
El anuncio no es menor ni casual. Mientras en Medio Oriente las bombas no han cesado, y los ataques a infraestructuras críticas se convierten en moneda corriente, la declaración desde Estados Unidos añade presión a una región al borde del colapso diplomático. La señal no solo está dirigida a Irán, sino también al electorado estadounidense, que observa con atención cómo la política exterior se convierte una vez más en un instrumento de campaña.
Trump, con su estilo característico, ha dejado abierta la puerta a una acción militar que, de concretarse, arrastraría a Washington a un nuevo episodio de confrontación directa en el Golfo. Y lo hace en un momento en que las relaciones internacionales penden de hilos frágiles y cualquier movimiento puede alterar el equilibrio precario.
No es solo una decisión estratégica. Es un mensaje político. Porque en la carrera por el poder, la guerra —o la amenaza de ella— sigue siendo una herramienta poderosa. Así, mientras el mundo observa con alarma cómo se multiplican las hostilidades en Medio Oriente, la Casa Blanca futura se juega también en los campos de batalla que aún no se encienden… pero que podrían hacerlo muy pronto.