
López-Gatell: El nombramiento que insulta la memoria
En un país donde la memoria suele ser frágil, el reciente nombramiento de Hugo López-Gatell como representante de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) es una bofetada para quienes no han olvidado las miles de vidas perdidas durante la pandemia.
El mismo funcionario que negó el uso del cubrebocas, que despreció la evidencia científica y que se aferró a una narrativa que minimizaba la gravedad de la emergencia sanitaria, ahora será la voz de México en uno de los organismos internacionales de salud más importantes. Las palabras de agradecimiento que López-Gatell publicó en sus redes sociales, celebrando la confianza de la presidenta Claudia Sheinbaum, suenan como una provocación para las familias que aún exigen respuestas y justicia por la gestión que marcó su dolor.
“No se puede representar a México en la OMS con antecedentes de mal manejo sanitario, ocultamiento de datos y soberbia ante la evidencia”, recordaron con contundencia los diputados federales del PRI, quienes calificaron la designación como un insulto y un premio a la negligencia. Rubén Moreira, coordinador priista, fue claro: es una ofensa para las familias de más de 800 mil personas que murieron en México, muchas de ellas por la falta de estrategia, transparencia y liderazgo.
El nombramiento de López-Gatell, además de innecesariamente polémico, exhibe la vieja práctica de premiar con cargos internacionales a quienes cumplieron con lealtades políticas, no con resultados técnicos. No es un tema menor. Este tipo de decisiones lastiman la credibilidad de México frente a organismos multilaterales que deberían tener como representantes a perfiles sólidos, éticos y con autoridad moral.
A la presidenta Claudia Sheinbaum no pareció importarle el costo político. Con total franqueza confirmó: “Yo lo nombré, yo lo propuse, sin problema lo puedo decir”. La designación es directa, sin necesidad de pasar por el Senado, y eso solo agrava la percepción de que fue una decisión vertical, sin espacio para la autocrítica o la reflexión sobre sus implicaciones éticas.
Mientras tanto, desde la trinchera política, la incongruencia sigue alimentando el hartazgo ciudadano. Porque a pesar de las luchas internas y las defensas mediáticas, la realidad es una: el nombre de Hugo López-Gatell está marcado por la tragedia de la pandemia, y ningún discurso podrá borrar la memoria de las decisiones que costaron vidas.
El nombramiento no solo es un error, es un recordatorio de que en este país, incluso la negligencia puede ser premiada.