Hackear el futuro
Describimos el porvenir de una generación genérica intercambiable. Desaseados al momento de mostrar sus afectos. Inestables en todas y cada una de sus determinaciones.
Eso sí. Gloriosos para emprender el viaje al interior de la nada.
Ya los vemos practicando en las minúsculas canchas de paddle. Abrazar el efímero punto de una partida extraviada.
Lanzan sus mejores aciertos en los tee de golf. Donde apenas pueden ver la finitud de un progreso social inalcanzable.
Los paseos dominicales, en pareja, a precios celestiales.
Sobrevivieron al viernes salvaje, al sábado de exceso con todas las substancias destructoras de neuronas. En el aliviane, las bebidas hidratantes e incluso la canalización en menos de una hora, para lograr estar en el camino del exceso, sin tocar la puerta de la sabiduría.
Aquí van de vuelta. Propensos a disentir con la vida adulta. Trepa cerros, ravers de sinuosos menesteres.
Todo es insignificante, a falta de algo mejor.
La rodada en patines, en bicicletas o motocicletas, llega transmitida a todas las redes sociales por cortesía de quien les sigue a lo largo de las calzadas, las calles del centro abandonadas a partir de las diez de la noche.
Este es el futuro de los despedazados. A quienes, desde el congreso de la unión y el senado, les negaron una pensión de futuro, apenas los ahorros de una vida en fragua, para retirar sus afores. De un jalón o en ministraciones mensuales. Solo eso. Ni un centavo más.
