
Vacunas, prejuicios y justicia: tres reflejos de un país que se defiende
En medio de las tensiones que recorren el país —ya sean sanitarias, sociales o políticas— México se muestra firme y determinado a proteger su salud pública, su dignidad y su soberanía jurídica. Tres hechos recientes lo confirman: la contención oportuna de un posible brote de sarampión, el repudio a la discriminación racista contra un agente de tránsito, y la defensa institucional del respeto mutuo entre ciudadanos y visitantes.
En materia de salud, la titular de la Secretaría de Salud de Nuevo León, Alma Rosa Marroquín, dejó claro que la entidad se encuentra preparada ante la confirmación del primer caso importado de sarampión. “El estado se encuentra cubierto bajo el esquema de vacunación”, subrayó, tras detallar que se activó un cerco sanitario y se visitaron más de mil viviendas como medida preventiva. La contundencia de la reacción demuestra que la prevención no es un acto administrativo, sino una respuesta social organizada. Cuando hay voluntad, hay protección.
Pero no solo las enfermedades amenazan el tejido social. También lo hacen los discursos de odio y los actos de discriminación. El caso de la mujer argentina que insultó con expresiones racistas a un policía mexicano por cumplir con su deber, es un espejo doloroso de un problema que persiste: el desprecio hacia la otredad. “Cualquier mujer u hombre que quiera venir a vivir a la Ciudad de México, o a cualquier lugar de nuestro país, tiene que respetarnos”, afirmó la presidenta Claudia Sheinbaum, marcando una postura ética y política firme.
La agresión verbal —difundida ampliamente en redes sociales— no solo fue repugnante por su contenido, sino que encendió una alarma institucional. El elemento afectado presentó su denuncia ante la Fiscalía de la Ciudad de México y también ante el Copred, con el respaldo explícito de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. “Nuestro compañero cuenta con todo el apoyo de esta institución”, recalcó el jefe de la Policía, Pablo Vázquez. En un país democrático, las libertades no dan licencia para la humillación.
Ambos casos —la vigilancia sanitaria y la reacción contra el racismo— revelan una misma raíz: el compromiso por defender el derecho a la salud y a la dignidad. Aunque diferentes en naturaleza, ambos son ejemplos de cómo México puede y debe seguir respondiendo con firmeza a los desafíos que lo confrontan, ya sean invisibles como un virus o ruidosos como un insulto.
El país no puede permitirse ni epidemias por descuido ni impunidad frente al desprecio.
Trump, embajador de la paz (y otras ironías internacionales)
En un último tenor. La política internacional nos regala, de vez en cuando, joyas de ironía que merecerían no un premio Nobel, sino un premio al surrealismo diplomático. Esta vez, el escenario fue una elegante cena en la Casa Blanca, donde el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, entre brindis y halagos, reveló su nominación de Donald Trump al Premio Nobel de la Paz. Sí, leyó bien: de la paz.
“Trump está forjando la paz mientras hablamos”, dijo Netanyahu con la solemnidad de quien declara el fin del hambre en el mundo mientras le dan otra cucharada de caviar. Una afirmación que no solo desafía la lógica, sino que también hace tambalear el diccionario. Porque si lanzar bombardeos sobre instalaciones nucleares es ahora sinónimo de pacificación, quizá estemos todos usando mal la palabra “paz”.
La nominación fue enviada formalmente al Comité Noruego del Nobel, ese mismo que ha visto desfilar a Gandhi, Martin Luther King y Malala Yousafzai. Ahora, en la misma lista, Netanyahu propone incluir al hombre que acuñó frases como “fire and fury” y que convirtió Twitter en un campo de batalla geopolítico.
Pero no seamos injustos. Después de todo, según el propio Netanyahu, Trump solo buscaba evitar que “el régimen más peligroso poseyera las armas más peligrosas”. En otras palabras, prevenir la violencia con un poco de violencia selectiva, como quien apaga un incendio con gasolina porque es lo que había a la mano.
Tal vez estemos ante una nueva era de diplomacia inversa. Tal vez el Comité Nobel, conmovido por esta nominación, decida replantear sus criterios. Porque si la paz ahora se mide en toneladas de explosivos, bien podríamos nominar a Rambo, Darth Vader o incluso a Godzilla, siempre y cuando “forjen” algo en el proceso.
Mientras tanto, la comunidad internacional asiste, entre incrédula y resignada, a este espectáculo donde los símbolos pierden sentido y la ironía parece dictar la política exterior. El mundo arde, pero tranquilos: el Nobel de la Paz podría estar en buenas manos. Explosivamente buenas.