Cuando el desconcierto es oficial: ¿Ignorancia, cinismo o pura magia política?
Resulta difícil imaginar cómo un jefe puede no tener ni la más mínima idea de lo que hace su segundo al mando, sobre todo cuando ese segundo se convierte en el protagonista de un escándalo de proporciones considerables. Pero en Morena parecen apostar a que el público es muy olvidadizo o simplemente poco exigente. Así, mientras el exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, Hernán N, se convierte en prófugo por presuntos vínculos con grupos criminales y acusaciones graves, su exjefe, el senador Adán Augusto López Hernández, se presenta con la serenidad del que no tiene nada que ocultar. “Yo ya dije lo que tenía que decir y espero que las autoridades hagan su trabajo”, declara con una naturalidad que no deja de impresionar, sobre todo cuando se asoma el aroma de una campaña mediática orquestada por la oposición. El descaro, a estas alturas, parece la moneda corriente.
Del otro lado del charco, el presidente Donald Trump vive su propia novela con tintes de incertidumbre. Seis meses después de regresar al poder, las encuestas le dan un golpe inesperado: su popularidad en torno a la mano dura contra la inmigración ilegal comienza a caer. El mismo que prometió deportaciones masivas y no dudó en calificar a migrantes como “salvajes” y “animales” ahora observa cómo el respaldo ciudadano se evapora poco a poco. Ni él mismo parece saber si su enfoque será celebrado o repudiado. Un personaje envuelto en un aura de polarización que ahora enfrenta el dilema de ser demasiado o no ser suficiente para sus seguidores.
