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Gerson Gómez

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Nostro grupo

Conocimos a Irma Salinas Rocha. Conversamos múltiples ocasiones en su casa de la calle Guayalejo. Por horas abrió las ideas pendientes. Hermosa a la vista. Brillante en cada uno de sus postulados. Las acciones de beneficencia del centro Benjamín Salinas Westrup.

Le acompañamos en el presídium a presentar el libro “Mi padre” en el instituto San Roberto. Junto con Irma Braña, la promotora cultural, ex directora de la Casa de la Cultura de Nuevo León.

Irma representa en la nación el vaso conductor a la alta crónica de sociales. Los prohombres de Nuevo León, durante la niñez, pasaron las tardes jugando con sus primos, los hijos de ella con Roberto G. Sada.

Como escritora, Salinas Rocha, dejó constancia de muchas de las partes desconocidas del Nuevo León adolescente.

Lo bailes de las princesas en el Casino Monterrey. Incluso los amoríos, las debilidades cubiertas por el manto del silencio. Más allá de la ficción, cada personaje aquilatado o desdoblado.

De los niños visitantes al hogar Sada Salinas, el infante Mauricio Fernández Garza. Extrovertido, temerario y soñador en alcanzar todas las cumbres en los negocios, el tiempo libre y ave de mil tormentas.

Mauricio es uno de los panistas notables. Echado para adelante. Su hartazgo del ogro filantrópico del PRI. Cuatro ocasiones logró obtener la municipalidad de San Pedro Garza García, su hogar permanente.

Intentó obtener la gubernatura. No lo logró. Mauricio debía lidiar con los modales, jamás con el lenguaje plutócrata de nacimiento.

Mencionan los alquimistas, los aromas de cuando la salud escapa del cuerpo. Mauricio ya ha peleado batallas increíbles. Incluso contra sí mismo.

Trascender lo ha convencido. El legado a sus hijos, socios y familiares. Da la cara como el Cid Campeador. Ganando una última batalla. Sin compasión. Valiente a la palabra unirse al cosmos. Libre de dolor y fatiga.