
Cuando la revolución se juega a tiros y la 4T aparece en la “lista equivocada“
El libreto latinoamericano parece escrito con la misma pluma: un caudillo que jura defender la patria mientras arrastra al pueblo al matadero y una clase política que presume pureza, pero aparece en la lista negra del imperio.
Desde La Guaira, Nicolás Maduro decidió sacar a los soldados de los cuarteles para que el pueblo se adiestre en armas. Lo dijo sin temblarle la voz: “a revisar, a enseñar a todos los que se alistaron y a todos los vecinos y vecinas lo que es el manejo del sistema de armas, porque la constitución obliga que la defensa de la patria es una responsabilidad, una corresponsabilidad entre las fuerzas militares y nuestro pueblo”. La locura llega al grado de presumir que “el sábado la actividad va a quedar histórica porque va a ser la primera vez que los cuarteles con sus armas y soldados van al pueblo, al barrio, a la comunidad”. Lo vende como heroísmo, aunque huela más a una guerra civil en preventa.
Al otro lado del mapa, mientras Washington reparte sanciones al Cártel de Sinaloa y ofrece millones de dólares por capos como “El Ruso”, el nombre que sorprende en la lista no es el de un pistolero, sino el de una diputada de Morena. Sí, la OFAC incluyó a Hilda Araceli Brown entre los objetivos con cuentas y empresas congeladas. Pero ella, en versión redentora de Facebook, aseguró estar “firme” y que todo es una “infamia que pretende desacreditarme”. Y, por si quedaban dudas, recordó que “los que tienen confianza en mí, ustedes son testigos de cómo hemos luchado juntos por la transformación, contra la corrupción”.
El contraste es grotesco: un presidente que arma a sus vecinos para simular soberanía y una legisladora que, mientras su partido grita “no somos iguales”, aparece vinculada a los negocios del Mayo. En ambos casos, los discursos repiten la misma melodía: la culpa es de los otros, la historia los absolverá. Lo único que cambia es el uniforme, verde oliva en Caracas o guinda en Baja California.