Hay historias que nacen para convertirse en anécdotas familiares… y luego está la de Jorge, quien decidió que nada dice “te extraño, mamá” como llevarse la urna con sus cenizas a un bar. Sí, a un bar. Porque, según su lógica, ¿qué podría salir mal?
El hombre de 42 años, cargando con su mochila verde —y con su mamá literalmente a cuestas— se dispuso a recordar viejos tiempos entre cervezas. Lo que no recordó fue cuidarse del sueño, porque entre nostalgia y bebidas, terminó quedándose dormido en plena parranda. Cuando despertó, no solo había perdido el hilo de la noche: también la mochila… y, con ella, a su madre difunta. Otra vez.
La cruda moral no tardó en llegar. Con el panteón ya sin poder mantener la renta, su primo le había entregado la urna apenas dos días atrás. Y él, en un gesto que solo podría explicarse en territorio regiomontano, decidió que lo más seguro era llevarla a un bar en lugar de dejarla en casa.
Afortunadamente para él —y para la señora, que llevaba cinco años descansando en paz hasta ese extraño “tour nocturno”— la Policía de Monterrey encontró la mochila tirada en Pino Suárez y Reforma. Dentro, la urna intacta. Nada de daños, nada de quejas, nada de que la difunta hubiera pedido otra ronda.
Más tarde, durante el operativo del Buen Fin, Jorge se topó con un oficial y confesó el extravío. Sin juzgarlo —al menos no públicamente— los policías le informaron que la mochila ya estaba recuperada. Y este domingo finalmente le devolvieron a su mamá, esta vez sin cerveza de por medio.
“La verdad es que no estaba tranquilo al perder la urna, y agradezco a la Policía de Monterrey por el apoyo brindado”, dijo aliviado, como quien recupera algo más valioso que una simple pertenencia… y promete, quizá, no volver a llevar a su madre de parranda.
Al final, todos recuperaron la tranquilidad: Jorge, la Policía y seguramente la difunta, que ya puede volver al descanso eterno después de su involuntaria noche de fiesta.
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