La agonía de un gran sueño En apariencia reflejan los valores morales. Por lo menos una vez por año. Sentar a la mesa. Degustar los alimentos. Viajar del este al oeste. Incluso al cinturón evangélico en el centro de los Estados Unidos de América. Queda el sabor salobre del clasismo, racismo, cinismo, prostitución consensuada y la forma burda de pedofilia entre las amistades de muy alto poder adquisitivo. En la noche de hoy, alzan las suaves plegarias de la forma brutal del despojo de tierras de los antiguos nativos americanos. Evangelización con aroma a sangre. Costumbres tan afables basadas en decretos, ordénenos ejecutivas, Macartismo y la infausta doctrina Monroe. Muchos de los hogares, de los hispanos ilegales y otras minorías sin arreglar los papeles migratorios, temen los sonidos del pasillo. Redades en centros comerciales o factorías para mejorar las construcciones de los empleadores. Nada queda del IN GOD WE TRUST. Declarada la decadencia al desaparecer la moneda de centavo. Sale mucho más caro producirla. Cuesta cuatro centavos para el nominativo de menor valor. Ahorrar para tiempos difíciles. Traducido a palabras simples. Corresponde a cuando el destino nos alcance. La enfermedad crónica. Los precios de las empresas farmacéuticas o la prevalencia genética a padecer hipertensión, párkinson, del azúcar y estrés post traumático, por los años de servicio en las guerras, invasiones y servicios prestados, en beneficio, supuesto, de defensa, de la democracia, la libertad y el neoliberalismo esplendido. Algunas mesas solo cuentan con Spam, jamón endiablado y galletas saladas. La crisis del cierre de oficinas federales pegó macizo. Cazar las lunas de noviembre, en esta festividad. A dios orando y con el mazo dando. Feliz día de gracias. Aun haya pocas razones o motivos de felicidad. De eso estamos completamente seguros.




