
Mariano Yberry
Las regulaciones y prohibiciones sobre el uso de redes sociales para menores de edad continúan. Australia se sumó a la lista de países que restringe estas plataformas a menores de edad, mientras en países como México no dejan de surgir casos que demuestran lo vulnerables que es este sector poblacional en estos espacios.
Esta semana, el Gobierno australiano prohibió a los menores de 16 años tener acceso a prácticamente cualquier red social existente y por surgir, como una medida para atender la creciente crisis de salud mental que existe entre la juventud.
Estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por la revista académica Journal of the American Medical Association (JAMA) advierten sobre las tendencias adictivas y suicidas que se generan en los adolescentes cuando hay un uso continuo de móviles y redes sociales.El foco: la generación Z
En México, los más de 31 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años pasan cerca de nueve horas diarias en el celular, superando el promedio mundial de 6,58 horas, según datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Pero la ansiedad y la depresión son solo algunos de los estragos que la convivencia digital deja en los mexicanos de menor edad. El crimen organizado usa las redes sociales y los videojuegos para reclutar a personas de este grupo etario dentro de las filas del narcotráfico, o para cooptar a las mujeres en redes criminales de trata de persona o algún otro delito de índole sexual.
Hace dos semanas, medios nacionales reportaron la existencia de un grupo en redes sociales donde miles de usuarios compartieron fotografías de niñas con fines pornográficos. Cerca de 21.000 usuarios participaban en esta plataforma, donde hombres adultos difundían imágenes de sobrinas e hijas, sin que se tomaran cartas en el asunto. Hasta que el caso fue mediático, se cerró ese espacio.
En noviembre de este año, en el estado de Zacatecas (centro), se reportó que un estudiante de secundaria había modificado fotos de sus compañeras con inteligencia artificial para venderlas como pornografía en internet, un caso que remitió al que sucedió en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en 2023, en el que un alumno —ya con sentencia de cinco años de prisión— creó con la misma herramienta más de 166.900 imágenes pornográficas a partir de fotos de sus compañeras. De acuerdo con el Módulo sobre Ciberacoso, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), cerca de tres millones de jóvenes de entre 12 y 17 años reportaron en 2024 haber sido víctimas de ciberacoso. El 25% de las adolescentes en este rango de edad, es decir, una de cada cuatro, afirmaron haber sido acosadas, al menos una vez, de esta manera.
El riesgo para la juventud no queda en el ámbito digital. A finales de septiembre, un alumno de preparatoria identificado como Lex ‘N’ asesinó a un compañero a plena luz del día en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur, en la Ciudad de México.
De acuerdo con las autoridades, el móvil del crimen fue la envidia que sentía por la víctima por tener novia, una emoción exacerbada en distintos foros de internet donde la hombría y el valor de un joven lo da su vida sexual, lo cual es uno de los elementos distintivos de la denominada cultura digital incel.
¿Funcionan las prohibiciones?
Especialistas en la materia consultados por Sputnik coincidieron en que una prohibición de las redes sociales no ataja el problema de fondo y, muy al contrario, propicia que los jóvenes entren de manera clandestina a las plataformas, en completa secrecía, lo que a su vez afecta a la comunicación familiar, fundamental para atender tanto problemas de salud mental como situaciones de violencia.
El coordinador del grupo de investigación en Juventud y Cultura digital del Seminario de investigación en Juventud de la UNAM, Enrique Pérez Reséndiz, calificó como un error las restricciones totales en la materia y considera que pueden ser contraproducentes para los objetivos que se plantea conseguir.
Además, indicó que la ansiedad y la depresión no se generan únicamente por el acceso a estas plataformas, sino que son fenómenos multifactoriales que se deben atender de manera integral.
En este mismo sentido se expresó la consultora en temas de ciberseguridad, Angélica Contreras Rubalcava, quien calificó en una charla para este medio a las prohibiciones “como la vía fácil” para atender un problema que tiene más que ver con la construcción de una “ciudadanía digital” y con la educación emocional y moral que los jóvenes reciben en casa. Los especialistas refirieron que las regulaciones deben centrarse en el papel de las plataformas digitales, generar canales de vinculación entre las empresas y las fiscalías, de tal manera que las normas comunitarias no solo se respeten, sino que permitan investigar y perseguir delitos.
Esto porque es contradictorio que, mientras existen algoritmos diseñados para detectar en menos de un segundo la infracción de derechos de autor, no existan mecanismos similares para detectar grupos o páginas dedicadas a la pornografía infantil, ni sanciones contras las plataformas por permitir estos contenidos.
“Estas plataformas o entornos digitales no son como se piensa espacios neutros, seguros, ‘buena onda’, sino que dentro suceden un montón de cosas. Hay luchas de intereses, hay corporaciones, hay mafias, hay sesgos, etcétera. Y entre más nos tardemos en hablar del problema, más [demoraremos] en encontrar una solución”, opinó Pérez Reséndiz.
Hacia una alfabetización digital
Aunque en México la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes contempla el derecho de acceso a internet, no existe un marco regulatorio nacional sobre uso de redes sociales para adolescentes.
En estados como Jalisco (occidente), se impulsan iniciativas como “Pantallas Seguras” para resguardar la navegación digital. En otros, como Querétaro (centro), ya se establecen prohibiciones para que menores de 14 años de edad no tenga acceso a plataformas digitales (Ley Kuri).
Contreras Rubalcava, con experiencia en el asesoramiento para la redacción de marcos legales estatales en la materia, indicó que una regulación para las redes sociales debe priorizar la construcción de una ciudadanía digital.
Esto significa introducir asignaturas en las escuelas que permitan a los niños y jóvenes entender las dinámicas y riesgos propios de estas plataformas, que ya forman parte de su realidad cotidiana, al igual que la existencia de materias de civismo para introducirlos al orden social. Con ello, además, se deben generar políticas públicas encaminadas a la alfabetización digital de los adultos, que no solo les permitan entender a detalle las herramientas tecnológicas, sino que también les ayude a generar hábitos de acompañamiento con los jóvenes al momento de usar internet.
“La apuesta tiene que ser el acompañamiento. Seguimos creyendo que las niñas, niños y adolescentes son nativos digitales, y que las personas adultas somos migrantes digitales. Eso no existe. [Nadie] nació con la información para navegar de forma segura”, advirtió Contreras Rubalcava.
La generación de hábitos y el establecimiento de límites, aunado a un acompañamiento emocional y psicológico, generará espacios de confianza que le permitan a la juventud alertar a sus padres de situaciones violentas o que dañan su integridad, agregó la integrante de Cultivando Género, quien también aboga por políticas públicas que promuevan la creación de áreas públicas de atención psicológica. Sobre las regulaciones de redes sociales, Pérez Reséndiz abogó por promover una “regulación pedagógica” que dé paso para que las escuelas enseñen “competencias digitales críticas”, con el fin de que los jóvenes puedan desarrollarse de manera independiente y segura en espacios digitales. A esto, se le debe añadir el reforzamiento de controles parentales y mecanismos de identificación.
Los especialistas insistieron en que las regulaciones son importantes, pero deben centrarse en las plataformas y no en los usuarios, y deben ser acompañadas con políticas públicas que construyan ciudadanías digitales y aborden un hecho que se deja de lado: la realidad digital es solo un reflejo de lo que vivimos en el mundo físico.
“Lo que pasa en redes sociales y en internet, no está desvinculado de la vida social u offline. Ambos espacios son reflejo el uno del otro. Si tenemos redes sociales violentas, misóginas, racistas, sexistas, es porque tenemos una sociedad con esas mismas características. Si queremos cambiar la interfaz, la arquitectura y los contenidos que existen en [las plataformas digitales], también que tenemos que voltear afuera de [ellas] y darnos una revisión de qué estamos haciendo” socialmente, concluyó el investigador. Sputnik
Fuente: https://noticiaslatam.lat/
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