
Un país que sigue pagando las vías torcidas
El descarrilamiento del Tren Interoceánico volvió a mostrar un patrón que México no logra corregir: infraestructura construida sin rigor, decisiones improvisadas y un sistema que responde tarde a riesgos previsibles. La tragedia en Oaxaca dejó trece personas muertas y decenas de heridas, mientras el país trata de entender cómo un proyecto presentado como señal de modernización terminó revelando sus fragilidades.
La presidenta Claudia Sheinbaum llegó a Salina Cruz para confirmar la cifra de fallecidos y anunciar un apoyo de 30 mil pesos para los familiares de las víctimas. “Son 30 mil pesos a los que se dará a cada persona… para que además de esta situación tan trágica no tengan que estar erogando”, expresó antes de ingresar al hospital.
La Secretaría de Marina reportó que esta mañana fue recuperado el cuerpo de la última persona atrapada en los restos del vagón. La dependencia detalló que 36 personas continúan hospitalizadas y que al momento del accidente viajaban 250 pasajeros. El almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles explicó que el siniestro ocurrió a las 09:28 horas, cuando una locomotora se descarriló y el impacto desplazó violentamente varios vagones. “Hemos localizado 12 y 1 en labores de rescate”, indicó.
El diputado Rubén Moreira calificó el caso como prueba del fracaso de proyectos “improvisados, mal realizados y llenos de ocurrencia”. Exigió que funcionarios relacionados con el Tren Interoceánico y el Tren Maya comparezcan para explicar el estado real de las obras y el uso de recursos públicos. Advirtió que iniciativas como el Tren Maya no pueden sostenerse con su propia operación y comprometen el presupuesto de futuras generaciones. “En los momentos en los cuales se requieren recursos para mejorar la salud, atender al campo, México los pierde en proyectos atrasados”, señaló.
El accidente vuelve a poner sobre la mesa las fallas acumuladas de un modelo ferroviario que no ha logrado garantizar seguridad ni claridad técnica. Mientras avanzan las investigaciones, persiste la misma pregunta de siempre: cómo evitar que el país siga pagando, una y otra vez, por vías torcidas desde su origen.




