Loco por destruir de Juan Fernando Covarrubias
El gran protagonista de estos relatos es la ciudad. Pero no se trata de una ciudad pasiva o que resulte un remedo de cartón, que se preste a la simulación. La ciudad surge aquí como un ente vivo, con el peso propio de un personaje. A veces, es un escenario que toma parte; otras, el fondo contra el cual se refleja un drama; incluso como inminente recuerdo que deja su impronta en el presente, en el devenir de un hecho cuyas consecuencias apuntan al desastre o la tragedia. Es el espectro de la ciudad que se lleva a todas partes. La ciudad es el fiel estandarte de los diversos personajes que asoman en estas páginas. La ciudad como principio y fin, como carga y descanso, como rezo y blasfemia a un mismo tiempo. Como si los personajes dijeran, al fin, en la ciudad nos tocó vivir.
36 toneladas de Iris García Cuevas
Un hombre despierta en el hospital sin recordar nada de su pasa-do. Sólo sabe de sí mismo lo que el hombre de las gafas oscuras que vigila su puerta ha querido decirle: se llama Roberto, se apellida Santos, antes fue judicial y ahora está detenido por la muerte de un hombre; se quedó con el dinero de la venta de un decomiso grande de cocaína y saliendo de ahí van a matarlo.“36 toneladas es una novela negra donde el estado de Guerrero, su violencia extrema, y en general nuestro país están representados en una historia donde la búsqueda de sí mismo lleva al protagonista evidenciar los pactos no firmados entre las fuerzas del orden. Por un lado, los que juran todos los años defender el país de cualquier invasión, y por el otro los encargados de aplicar las leyes dentro del territorio nacional. Desde luego, entre más alto es el rango de los implicados más comprometedor es el pacto.
Señoras de Alberto H. Tizacreño
Hay un mundo de mujeres en el que los hombres son accesorios. Ellas deciden, actúan, toman, negocian entre ellas. Ellos son la moneda de cambio. Ellas designan: tejen y aprietan los hilos. Ahorcan si es necesario.
A través de una serie de cuentos ágiles y entrañables, Alberto H. Tizcareño nos permite ver este mundo femenino en apariencia soterrado, pero solo en apariencia, porque las mujeres de estos cuentos son de armas tomar, de acciones empuñar, y de afectos saquear.
Costumbres, mañas, atmósferas, dichos, creencias, juicios y prejuicios del México matriarcal, y las señoras que lo habitan, son expuestos aquí de manera íntima y entretenida. Este es un libro que no se puede dejar pasar.