Las posibilidades desconocidas
Tres veces al año viene a México. Sus patrocinadores lo conocen como el gurú. Ofrece terapia alternativa para la salud emocional. Usa la medicina tradicional del Perú, Bolivia y la parte selvática de Colombia.
Recita, canta y conmueve en el lenguaje ancestral. Maleta de viaje sin revisión aduanera. Sus clientes son personajes importantes. Inconformes. Deprimidos. Sin brújula para los días menudos.
Cada frase son frases sumarias y acertijos de esperanza. De fácil asimilar para quienes ni la religión o el exceso de capital financiero les satisface.
Los iniciados deben pasar por la invitación secreta. Abstenerse de proteína animal. Nada de medicamentos controlados.
Ceremonia en proceso. Ayahuasca. Suba al tren sin frenos. Despeje la mente del arenero de la desconfianza.
Cada uno se presenta. Las cartas credenciales. Profesión de fe. Cambiar de postura en la vida. Los procesos del eterno peregrino. Al gurú lo rodean los de mayor edad.
También hace acepciones. Detecta quienes pasan por destrucción interior. Sus ojos son el reflejo de paz. Primera ingesta. En medio del campo, rodeado de montañas.
Ayahuasca viaja y topa en la boca del estómago. Los organizadores les permiten devolver sin asco. Hay uno quien palidece. Se encuentra consigo mismo de frente.
Le tiene pavor al monstruo de su apariencia. Los demás lo abrazan fraternos. Cada célula transpira. Las pulsaciones asemejan el sonido de percusiones desenfrenadas.
Corre por todo el predio. Es tan ágil como liebre. Alcanza hasta la carretera. Entre varios voluntarios le regresan. Se hidrata. Trata de liberarse de las escamas de la ropa.
Nunca jamás será el mismo. A su regreso confirma el descenso a sus fantasmas interiores.
Nos jura por todos los santos del universo cristiano. Voy a estar ausente de las redes sociales. Necesito borrar todo aquel recuerdo. Han pasado tres años. Aún por las noches recuerda, como si fuera hoy, su experiencia nada grata, con los estados alterados.
Las posibilidades desconocidas de la conciencia fracturada.