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Cuando el hígado habla, conviene escucharlo

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En México, el calendario marca el 28 de julio como el Día Mundial contra la Hepatitis, pero los números insisten en gritarlo todos los días. Un aumento de hasta 60 por ciento en los casos de infecciones hepáticas durante 2024 ha encendido las alertas sanitarias y obliga, más allá del discurso oficial, a repensar las rutinas cotidianas que podrían estar poniendo en riesgo la salud del país entero.

Desde la Escuela de Medicina de la Universidad de Monterrey, el doctor Manuel Cornejo no se anda con rodeos: “Puede ser aguda, puede ser una hepatitis crónica, puede tener muchas causas…”, dice con la precisión de quien ya ha visto demasiados diagnósticos evitarse con un poco más de información y otro tanto de prevención. Y aunque las infecciones virales —las archiconocidas A, B, C, D y E— dominan la escena, el espectro de culpables se amplía con causas autoinmunes, tóxicas o incluso hereditarias. Nada que pueda ignorarse.

Entre los matices que diferencian a una letra de otra, Cornejo detalla: la hepatitis A se transmite por vía fecal-oral y no suele dejar huella permanente, aunque un mínimo porcentaje puede derivar en un cuadro fulminante. En cambio, las hepatitis B y C cargan con el estigma de la cronicidad, la posibilidad de cirrosis o incluso cáncer de hígado. La hepatitis D, algo más selectiva, solo infecta a quienes ya tienen hepatitis B, y la E comparte ruta con la A, pero se vuelve especialmente riesgosa durante el embarazo.

“El cuerpo puede combatirla, sí… pero también puede necesitar un trasplante”, advierte Cornejo, como para no dejar espacio a la ligereza.

Y si los síntomas parecen tan genéricos como el cansancio o las náuseas, hay señales que no se prestan a dudas: piel amarilla, orina oscura, heces pálidas. “La coloración amarillenta de los ojos, de la piel… la acolia”, enumera el médico. Nombres técnicos para cosas que nadie debería normalizar.

Los grupos más vulnerables —personas con prácticas sexuales sin protección, quienes usan drogas intravenosas o recibieron transfusiones antes de 1995, y quienes viven en condiciones sanitarias precarias— se encuentran en la primera línea de riesgo. Pero, en el fondo, todos estamos expuestos.

Por eso la prevención no es un consejo: es una necesidad. Cornejo insiste en el poder de las vacunas, especialmente contra las hepatitis A y B, disponibles en el esquema nacional. A eso se suma una higiene rigurosa, el uso de preservativos y, sobre todo, hacerse pruebas. Porque, como recuerda el especialista, la hepatitis C puede permanecer invisible durante años, justo hasta el momento en que deja de ser curable y se convierte en crónica.

Más allá de la efeméride, la hepatitis está entre nosotros. Y aunque muchos de sus casos sean silenciosos, lo cierto es que cuando el hígado habla, más vale prestarle atención.

eitmedia.mx