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Gerardo Ledezma

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En el Nombre del Padre… Un Clamor por Justicia

El asesinato del P. Marcelo Pérez, sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, representa un golpe devastador que pone en evidencia la escalada de violencia en México.

La muerte de un pastor comprometido con la paz y la justicia deja en claro que la inseguridad no discrimina ni respeta fronteras, alcanzando incluso a quienes dedican su vida al servicio de los demás. La Iglesia, a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ha lanzado un fuerte reclamo a las autoridades para que esclarezcan el crimen y se actúe contra la impunidad que caracteriza estos hechos.

La exigencia de la Iglesia va más allá de la simple condena; es un llamado a las autoridades de todos los niveles de gobierno para que demuestren una voluntad real de investigar y llevar ante la justicia a los responsables de este brutal asesinato.

El hecho de que el P. Marcelo haya sido asesinado al salir de la misa en el barrio de Cuxtitali resalta la gravedad de la situación, donde ni siquiera los espacios religiosos son refugios seguros. El reclamo de la CEM es legítimo y urgente: una investigación transparente y exhaustiva es lo mínimo que se espera en honor a la memoria de un hombre que luchó incansablemente por la paz.

El caso del P. Marcelo no es un hecho aislado, sino parte de un contexto más amplio de violencia e inseguridad que afecta especialmente a Chiapas y a otras regiones del país.

La falta de acciones contundentes por parte del Gobierno Federal ha generado un clima de impunidad que alienta a los criminales. Es hora de que las autoridades asuman su responsabilidad y redoblen los esfuerzos para proteger a los sacerdotes y agentes pastorales, quienes arriesgan su vida trabajando en comunidades vulnerables y en zonas de alto riesgo.

La muerte del P. Marcelo Pérez debería ser un punto de inflexión, un momento para que la sociedad exija un cambio real en las políticas de seguridad y en la lucha contra la violencia.

Es inaceptable que la Iglesia, que tradicionalmente ha jugado un papel clave en la búsqueda de paz y justicia, se vea forzada a enterrar a sus líderes mientras sus llamados a la acción caen en oídos sordos. La demanda de justicia no es solo de la Iglesia, sino de toda una nación que ya no puede tolerar más víctimas de la violencia.

Este trágico asesinato no puede quedar impune. Las autoridades están obligadas a responder con acciones concretas que demuestren un compromiso serio con la seguridad y la justicia. La memoria del P. Marcelo Pérez y de tantos otros no debe quedar en el olvido; su legado debe ser un impulso para que, finalmente, se ponga fin a la violencia que oprime a México.

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