Entre el silencio del poder y la voz de la fe
En un país donde la violencia es pan de cada día, la exigencia de respuestas por parte de la prensa no debería ser vista como una provocación, sino como un ejercicio necesario en toda democracia. Sin embargo, en Tabasco, la reacción fue otra. José Ramiro López Obrador, secretario de Gobierno del estado y hermano del expresidente, eligió descalificar a quienes cumplen con informar lo que las autoridades no quieren ver ni escuchar.
“Ya bájenle, andan como buitres ustedes”, soltó con desdén al ser cuestionado por el preocupante repunte de homicidios. Le incomodó que le preguntaran por qué Tabasco, una vez más, aparece en el primer lugar en asesinatos, y prefirió desviar la atención con acusaciones contra los medios. “¿Por qué no dan otra noticia?”, dijo, como si los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y las cifras del INEGI fueran solo una percepción exagerada. Villahermosa, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, encabeza la lista de las ciudades más inseguras del país. No es percepción: es realidad.
Mientras en el sur de México se desprecia la crítica, en el corazón del Vaticano se envía un mensaje opuesto. El nuevo Papa, León XIV, apareció ante el mundo con un llamado simple y poderoso: “Les dirijo este saludo de paz; que les llegue al corazón”. El contraste no podría ser más contundente. De un lado, un funcionario que ataca a quienes hacen preguntas incómodas; del otro, un líder espiritual que asume su papel con serenidad, recordando el legado de su antecesor con respeto: “Francisco bendecía a Roma y al mundo en la mañana de Pascua”.
En tiempos donde la violencia, la incertidumbre y el descontento crecen, el tono de quienes ostentan el poder es tan revelador como sus acciones. En Tabasco, el desprecio por la rendición de cuentas no solo es preocupante, es alarmante. Mientras tanto, desde el balcón de San Pedro, una voz nueva irrumpe con una intención distinta: paz, diálogo, esperanza.
