
Estados Unidos, entre la polarización y el berrinche cultural
Ah, Estados Unidos, ese país donde la idea de unidad se ha convertido en un mito casi tan grande como los rascacielos de Nueva York. Una encuesta reciente del Instituto de Investigación de Siena lo dice con claridad meridiana: el 64% de los estadounidenses cree que su nación está demasiado dividida para resolver sus problemas. En 2020 eran solo 42%, lo que indica que, cinco años después, la polarización no solo crece, sino que se celebra como un deporte nacional. Y mientras tanto, apenas un tercio de la población todavía piensa que los conflictos podrían solucionarse.
Pero la división no se queda en la política; se mete hasta en la cultura y en los espectáculos. Que la Administración de Donald Trump haya mostrado desagrado por la selección de Bad Bunny como espectáculo de medio tiempo del Super Bowl LX parece casi un detalle menor, si no fuera porque la cosa escaló a la amenaza directa de redadas de ICE a las afueras del Levi’s Stadium. Corey Lewandowski no se anduvo con medias tintas: “Los encontraremos, los arrestaremos, los deportaremos… Ni en el Super Bowl ni en ningún otro lugar”, sentenció, como si estuviéramos en un reality show de terror.
Y todo esto porque un artista hispano, con raíces puertorriqueñas, se atreve a hacer lo que hace cualquier músico: dar un concierto y entretener a la gente. Pero no, para algunos sectores parece que la contribución de la comunidad hispana al crecimiento de Estados Unidos sigue siendo invisible. Como dice un amigo: por más que los “güeros” quieran negar lo que la comunidad latina aporta, siempre está ahí, echándole ganas y moviendo al país hacia adelante, mientras otros se pelean por quién puede gritar más fuerte que el vecino.
Así, la polarización no solo es política; es cultural, social y hasta artística. Mientras la sociedad se fragmenta por cada berrinche y cada “no me gusta esto”, artistas como Bad Bunny deciden que mejor ni arriesgarse y dejan fuera a Estados Unidos de sus giras. Y uno no puede evitar pensar que, en lugar de disfrutar de un espectáculo global, algunos prefieren sumergirse en su propia indignación selectiva.
Estados Unidos se está dividiendo, pero no solo por las ideologías: también por la cultura, la música y la simple existencia de quienes son diferentes. Y mientras tanto, la vida sigue… aunque algunos sigan empeñados en convertir un Super Bowl en escenario de amenazas y xenofobia.