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Gerardo Ledezma

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Bombas, medicinas y cobros: al final siempre paga el mismo

El mundo se incendia y, como siempre, la factura le llega al mismo destinatario: el pueblo. Mientras Estados Unidos celebra la precisión quirúrgica de sus ataques en Irán y México anuncia —por fin— la llegada de medicinas a los hospitales públicos, aquí, en La Huasteca, preparan el terreno para cobrar hasta por respirar aire limpio. La vida, al parecer, se ha convertido en un catálogo de precios y el maldito siempre termina pagando.

En la gran escena internacional, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, no pudo ocultar su satisfacción al declarar que la operación contra instalaciones nucleares en Irán fue un “éxito increíble y abrumador”. Claro, nada como una guerra quirúrgica para apuntalar discursos y reafirmar hegemonías. El general Dan Cane explicó que la misión, ejecutada con más de 125 aeronaves, tomó meses de planificación. No fueron por soldados ni por civiles, solo por los “objetivos estratégicos”. Qué alivio. Porque al parecer, mientras las bombas son inteligentes, los daños colaterales siguen sin importar mucho.

Y en medio de ese tablero global, México sigue lidiando con sus propias batallas. La presidenta Claudia Sheinbaum informó que, después de idas, vueltas y farmacéuticas que “se quisieron pasar de vivos”, las medicinas ya están en camino. Sí, las mismas medicinas que debieron estar ahí desde el principio, las mismas que no deberían necesitar anuncios triunfales porque su presencia debería ser lo normal. “Todo lo informamos en las mañaneras del pueblo”, aclaró la mandataria, como si las conferencias matutinas fueran el bálsamo que cura las ausencias.

Mientras las bombas caen y las medicinas avanzan, cientos de mexicanos abandonan Medio Oriente. La Secretaría de Relaciones Exteriores reportó que ya se ha logrado evacuar a más de 175 connacionales que se encontraban en Irán, Israel, Jordania, Egipto y Azerbaiyán. Porque cuando las guerras se asoman, los primeros que corren son los que nada tienen que ver. La guerra se firma en oficinas con aire acondicionado, pero se huye desde las calles llenas de escombros. Afortunadamente, las embajadas mexicanas han logrado abrir caminos terrestres y marítimos para sacar a nuestros compatriotas antes de que el conflicto termine de desbordarse.

Y por si todo esto no fuera suficiente, aquí en casa nos quieren cobrar por entrar a La Huasteca. Porque respirar aire limpio, caminar entre montañas o simplemente mirar el paisaje, ya no es gratis. Este fin de semana apareció una manta en la entrada del parque anunciando un cobro de 60 pesos, cortesía de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Eso sí, con descuentos: los niños, los adultos mayores y los pensionados no pagarían. Faltaba más.

Después de la polémica, la manta fue retirada, como si nunca hubiera existido. Pero no nos hagamos tontos: fue solo el aviso de lo que viene. Porque cuando el mundo arde, cuando las medicinas llegan tarde y cuando los conflictos obligan a la gente a huir, siempre hay alguien que encuentra la forma de cobrar por lo poco que nos queda.

Así que aquí seguimos: pagando, huyendo, esperando. Mientras los poderosos juegan a la guerra, mientras los laboratorios negocian y mientras los espacios naturales se cotizan como si fueran estacionamientos privados, siempre habrá un recibo en la puerta del pueblo. Porque, como siempre, la cuenta es nuestra.